Un Mall solo para ropa

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Más de cien tiendas dedicadas a la exhibición y venta solo de ropa y artículos relacionado con ella o como se le llama hoy “accesorios”. Convenientemente situado cerca del aeropuerto O’Hare (Chicago) el “fashion mall” (centro comercial de la moda) es un experimento que tiende a estar cerca de todos los viajeros nacionales e internacionales que deben quedarse en el aeropuerto por horas cuando sus vuelos son retrasados o simplemente cancelados. Pero hay más posibles clientes: los habitantes de los tres o cuatro estados vecinos que organizan “tours” y viajes colectivos para ver y comprar allí (además de los 9 millones de habitantes de la gran ciudad).

Las tiendas van desde las más al alcance del bolsillo de todos hasta aquellas en que se puede comprar solo si se ahorra un capital… ¡Qué cosa más extraordinaria! Aunque quizá nunca pueda comprarme un traje allí, yo he contribuido también a su construcción y vías de acceso, ya que el estado donde vivo (Illinois), destinó 15 millones de dólares (de nuestros impuestos estatales) para las rampas que conectan las carreteras con el fashion mall.

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Ya fuimos al mall hace una semana. Es un buen lugar para caminar en el invierno, porque tiene esos largos pasillos en dos niveles convenientemente calefaccionados. Y no éramos los únicos: personas de distintas edades, nacionalidades (lo que hoy llamamos culturalmente diferentes) caminábamos a distinta velocidad por esos pasillos que nunca se terminan, porque doblan, se entrecruzan y hasta se unen a escaleras mecánicas y rampas que hacen de la edificación algo arquitectónicamente completo.

Los inversionistas han aportado 250 millones de dólares para este complejo de locales comerciales de 190.000 metros cuadrados (530,000 pies cuadrados) que se erige hoy como una de las principales atracciones comerciales del área.

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En otra nota, tendré que referirme a la vida, desarrollo y declive o simplemente cierre de otros centros comerciales y malls que cierran sus puertas en muchos lugares, debido a los cambios en los gustos de los consumidores y también al cambio y movilidad de los habitantes de ciudades y suburbios que forman parte de la vida y cultura del nuevo milenio.

La ironía del nuevo siglo es que estos modernos y sofisticados centros comerciales tratan de satisfacer las necesidades reales o sentidas de personas que solo parecieran reconocer ese aspecto e ignoran que hay otras necesidades reales y sentidas que se anidan en sus almas y que aun no encuentran una respuesta.

No se preocupen por lo que han de comer o por la ropa que necesitan. Dios sabe de sus necesidades, le dijo Jesucristo –de esto, hace unos dos mil años- a un grupo de seguidores que tenían reales y sentidas necesidades. La parte más difícil es creerle a Dios. Incluso en nuestro moderno y tecnologizado mundo.

(GS, Lunes 2 de diciembre, 2013).