La palabra reciclar o reciclaje era desconocida hace sólo un par de décadas. Quiero decir, el reciclaje en forma masiva como se hace hoy, donde se instalan estanques y contenedores para llevar esos productos que ya no usamos.
Es cierto que las plantas de reciclaje son un tanto antiguas, pero, solo se dedicaban a recoger el material en desuso compuesto de algunos metales, papeles y cartones.
Pero hoy la palabra es reciclar. Y se fabrican muchos productos con la mente puesta en lo que se hará con ellos cuando se dejen de usar: desde automóviles, hasta baterías, computadores, electrodomésticos, teléfonos celulares, etc.
El gran problema que tenemos como planeta es que en muchos casos, ya no sabemos qué hacer con todo lo que se fabrica y que se rompe o simplemente se reemplaza por productos de tecnología más avanzada. Eso en el ámbito personal o familiar.
Como países, tenemos problemas de tamaño gigante, como lo son los desechos de las distintas fábricas que contaminan las fuentes de agua, la atmósfera y las tierras cultivables. Y para nada nos hemos referido a los desechos atómicos que se guardan en barriles sellados con concretos y enterrados en cuevas subterráneas con el deseo y la oración que un cataclismo no los rompa y termine con nuestra vida como la conocemos.
Es que el ser humano ya tampoco se conforma con productos desfasados o que no estén en la punta de todo el proceso moderno de fabricación de artefactos pensados para conectarnos, transportarnos o hacer nuestra vida más fácil.
Antes parece que no teníamos este problema. Es que la ropa se usaba hasta que se gastaba o las roturas ya no aceptaban mas remiendos. La comida se consumía toda y no se tiraba nada. Los artefactos eléctricos se ufanaban de pasar de generación en generación, como los refrigeradores, por ejemplo. Las casa no tenían closets, porque no había nada que guardar. Se utilizaba más el transporte público, como los autobuses y trenes.
¿Y el ser humano es también reciclable? Difícil pregunta. Porque desde un punto de vista material no lo somos. Tenemos fecha de expiración. Sí, se nos puede recambiar muchas partes del cuerpo. Pero no todo el cuerpo. Dios no promete una vida debajo del sol que no muera. Hay una promesa de resurrección para el cuerpo, pero no de reciclaje.
Tampoco somos reciclables espiritualmente, porque no hay recambios por partes en esa dimensión que todos compartimos, pero que no sabemos cuidar muy bien. Sí. No sabemos cómo preocuparnos de nuestro espíritu, porque se nos ha condicionado a pensar de nosotros solo como entes materiales.
Dios promete una vida nueva para los que le reconocen como Señor y Salvador. No recambios o reciclajes. Vida nueva en Jesucristo, quien dijo que había venido para que tuviéramos vida y vida en abundancia.
Guillermo Serrano, Lunes 25 de noviembre, 2013.