“La ciencia exige el espíritu de un creyente”

Un pequeño aeroplano pilotado por Andrew Briggs, físico y catedrático de nanomateriales de la Universidad de Oxford, con el artista y escritor Roger Wagner en el asiento de copiloto, ha sobrevolado recientemente Pamplona, Madrid, Córdoba y Granada. Estas son las paradas que, junto a Lisboa, han llevado a ambos divulgadores por la península, en la gira de presentaciones del libro y documental La curiosidad penúltima.

Si bien el libro fue publicado en Reino Unido en 2016 (y traducido al castellano en 2017), y el documental acaba de ser editado, se cierra en 2018 un trabajo de dieciséis años de investigación, que los dos amigos iniciaron al fijarse en la frase de James Clerk Maxwell que hay inscrita a las puertas del Laboratorio Cavendish (uno de los centros científicos más avanzados del mundo), en Cambridge, una cita del salmo 111: “Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman”. Las ecuaciones de Maxwell, inicialmente formuladas para una teoría clásica de la radiación electromagnética, son vitales en la actualidad para dar un paso más en el intento de la física teórica por unificar la relatividad general y la mecánica cuántica. La vida de Maxwell, como vemos, está muy presente en la unificación de campos aparentemente irreconciliables, y según se nos cuenta en el documental, sus ecuaciones han dado inicio al mundo tecnológico contemporáneo.

 

El viaje intelectual resultante de Wagner y Briggs, lleno de sentido para un científico, pero también para el artista, condujo a ambos a concluir que la historia de la ciencia sigue la estela de las reflexiones teológicas. Y también a descubrir que la curiosidad última del ser humano por saber qué hay tras el horizonte de la vida viene precedida de una curiosidad por la armonía entre arte, religión y ciencia. Precisamente en un mundo tan cambiante como el nuestro.

 

¿Cómo se relacionan ciencia y fe entre sí? Esta es la pregunta que libro y documental tratan de clarificar. Para ello, Briggs y Wagner viajaron por Asia, Europa y África, se entrevistaron con autoridades científicas y artísticas (tanto en arte rupestre como en la conservación de documentos históricos), y recorrieron la historia del pensamiento desde la escuela de Atenas hasta Darwin, Faraday, Max Planck o Richard Feynman. Como el astrónomo Martin Rees, ganador del Premio Templeton, ha dicho de esta obra, asistimos a “una perspectiva fascinante sobre la perenne expedición humana por la comprensión y el sentido” de la vida. Antes de que la avioneta les lleve a cruzar el Atlántico en dirección a Argentina, conseguimos que Andrew Briggs respondiera algunas de nuestras cuestiones.

 

Pregunta: ¿Qué es lo más raro que le han dicho sobre La curiosidad penúltima?

Respuesta: Una reseña en Amazon decía que “Los capítulos cortos son como cacahuetes: te dices a ti mismo ‘unos cuantos más’, y cuando te has dado cuenta ya te has comido toda la bolsa”.

 

P: ¿Fue difícil el rodaje y la edición del documental?

R: Hay dos cosas que subestimamos enormemente. La primera fue la gran cantidad de planificación que necesitábamos. Cada aspecto del film requiere el permiso de los implicados; cada participante, y cada localización, tiene que dar permiso escrito por adelantado. Y volar un pequeño avión por lugares como Turquía y Atenas requieren un complejo papeleo. La segunda era lo insólito que sería: filmar en una sola mañana, como hicimos, el lugar por el que Sócrates, Platón y Aristóteles caminaron y donde hablaron y reflexionaron resultaba abrumador.

 

P: Tengo la teoría de que el ateísmo contemporáneo no va tanto acerca de la idea de Dios, como del rechazo al concepto de creer. ¿Está de acuerdo?

R: Un aforismo atribuido a menudo a Chesterton es el de que “Cuando un hombre deja de creer en Dios, no es que no crea en nada, sino que cree en cualquier cosa”. En La curiosidad penúltima nos hacemos eco de cuando Max Planck destacó que la ciencia “exige también un espíritu creyente”. Cualquiera que haya estado seriamente implicado en un trabajo científico de cualquier tipo se da cuenta de que sobre la entrada de la puerta del templo de la ciencia aparecen escritas las palabras “debe tener fe”. Cualquier empresa que valga la pena, incluyendo nuestras propias vidas, solo pueden avanzar sobre la base de la fe en algo. La pregunta no es si crees, sino en qué o quién eliges creer.

 

P:¿Cree que la comunidad científica tiene la conciencia de hallarse siguiendo la estela de la religión?

R: Muchos lectores del libro nos han confesado que algunos de sus principales personajes, como el caso de Juan Filópono, Robert Grosseteste, incluso James Clerk Maxwell, eran unos desconocidos para ellos, o como mínimo habían encontrado nuevos datos sobre ellos. La ciencia tal como la conocemos hoy disfruta de la herencia de estos y otros héroes.

El conflicto entre narrativas, como se lo suele llamar, es una distorsión de la historia tan grotesca que es fácil desorientarse ante el hecho de que haya adquirido tanta importancia. Lo que sí esperamos es que los lectores de La curiosidad penúltima encuentren una narración más precisa y más interesante de lo que sucedió.

 

P: ¿Porqué Roger Wagner y usted emprendieron el esfuerzo de realizar un documental acerca de la relación entre ciencia, arte y religión?

R: En un primer momento, nuestra intención era la de hacer un vídeo promocional para el libro. A medida que el vídeo fue cobrando su propia forma, nos fuimos dejando llevar por un maravilloso guion que Roger había escrito, y también por mi pasión por volar pequeños aeroplanos.

 

P: Como sociedad, ¿qué nos queda por entender acerca de esta relación?

R: Que es una relación mutuamente enriquecedora. Cada vez estoy más convencido de que el florecimiento humano requiere tanto del conocimiento científico como de una sabiduría espiritual. Cuando estos improbables compañeros se reúnen, los recursos resultantes son increíblemente dinámicos.

 

La visita a España de Wagner y Briggs y la edición de libro y película se deben en gran parte al Centro de Ciencia y Fe en Madrid y al marco de la IX Conferencia Fliedner, este año basado en los temas que los conferenciantes británicos exploran en La curiosidad penúltima. Estas conferencias son sólo una porción del incansable trabajo del centro por completar una labor divulgativa de calidad que ayude a crear una cultura que desmonte muchas de las ideas falsas sobre la relación entre ciencia y fe, partiendo desde la Biblia pero sin negar a la ciencia su papel necesario, perfectamente compatible con la obra de Cristo. Como explica Pablo de Felipe, coordinador del centro: “Aunque la disponibilidad de información en la red es mayúscula y se puede acceder en unos cuantos clics a las obras de Galileo, Newton o Darwin (…) todavía una gran parte de la sociedad piensa que Galileo murió en la hoguera (…) o que Darwin fue un paladín del ateísmo contra el cristianismo”. Planteamientos que obras como La curiosidad penúltima ayudan a esclarecer.

La película completa está disponible, con subtítulos en español, en la plataforma CuriosityStream

Fuente: http://protestantedigital.com/ciencia/44557/La_ciencia_exige_el_espiritu_de_un_creyente