El racismo entre nosotros

Usted racista, yo racista, él racista. Oye, esto no es un español decente. Y puede que tengas razón. Pero yo no estoy hablando de la gramática aquí (bueno, yo no soy la persona para darle lección sobre idioma alguno a nadie…)

Pero yo estoy hablando sobre el racismo, hoy en día, cuando se celebra el Día de Martin Luther King.

El racismo existe como el clasismo o generismo y es algo que está presente en el tejido interno de cada ser humano que vive en este planeta. Nosotros conjugamos muy bien el verbo «yo discrimino”. Y si no ponemos el acento en la diferencia que encontramos entre los seres humanos, vamos a utilizar nuestro «conocimiento aprendido» para inventar tal diferencia.

La Biblia reconoce esta capacidad humana que es un defecto defecto cuando nos advierte de no maldecir a los sordos «No maldigas al sordo. No pongas ningún tropiezo en el camino del ciego. Muestra tu reverencia a Dios. Yo soy el Señor» (Levítico 19:14). Este texto no parecería tan claro, si no estuviéramos  inclinados a la tentación…

Claro, no estamos en el cielo ni vivimos en el país ideal. Y las relaciones interpersonales son malas en muchos lugares y a todo nivel. Pero abusar de otros seres humanos por cualquier motivo está definitivamente malo ante los ojos de Dios.

¿Qué vamos a hacer como creyentes cristianos con nuestros prejuicios que nos llevan a etiquetar a los demás según el color de su piel o sus defectos físicos? Orar está muy bueno, porque anunciamos nuestra dependencia de Dios. Pero se requiere de acciones prácticas.

Por ejemplo saludar  e interesarnos por el bienestar de los que nos rodean. Y cuando vemos la necesidad presente en algunos de ellos, podemos ayudar según esa necesidad (alimentación, ropa, medicina, compañía, dinero, refugio, hospitalidad…)

Dice Jesucristo en los evangelios que al hacer el bien a otros, lo hacemos a Él mismo.

El discurso más notable de Martin Luther King Jr., nos habla a todos nosotros como una esperanza que debe estar arraigada en una visión cristiana de la creación y de la relación humana con nuestros semejantes:

«Yo digo a ustedes hoy, mis amigos, así que a pesar de que nos enfrentamos a las dificultades de hoy y de mañana, todavía tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño americano.

Yo tengo un sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: «Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.

Yo tengo un sueño que un día en las rojas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.

Yo tengo un sueño que un día incluso el estado de Mississippi, un estado ardiente por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.

Yo tengo un sueño que mis cuatro pequeños hijos algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter.

Yo tengo un sueño hoy.

Yo tengo un sueño que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean con las palabras de interposición y anulación, un día allí mismo en Alabama, pequeños niños negros y niñas negras serán capaces de unir manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas.

Yo tengo un sueño hoy”.

Guillermo Serrano, Martes 21 de enero, 2014.