Antes éramos menos sobre este planeta. No sólo eso, eran pocos los que tenían un
automóvil. (Yo no manejé el mío hasta bien entrados los 30s!). La mayoría nos
movilizábamos en tren o en autobuses.
La llamada locomoción colectiva o masiva era la manera de viajar.
Pero de pronto, se produce la industrialización en grandes cantidades de todo tipo
de automóviles, camionetas, camiones y autobuses, que se ponen a disposición de
una gran cantidad de consumidores mediante el crédito a largo plazo.
Era el sueño hecho realidad para todo el mundo. Los bancos y compañías de
financiamiento abren oficinas dedicadas solamente a la promoción automovilística,
claro, ayudados y dirigidos por campañas publicitarias que logran crear el deseo y
luego la obsesión por tener un automóvil.
La gasolina, nafta o bencina tenía precios irrisorios. Nadie se hacía problemas con
las cantidades de plomo que aquella tenía, porque además no se conocían los daños
al medio ambiente o a la salud de las personas.
De pronto, los países productores de petróleo toman conciencia del valor del
producto y se produce la escalada en los precios. La palabra OPEC tiene tonos de
cosa oscura y hasta se le evita, porque se le culpa de todos los males que acarrea la
inflación, que como siempre, afecta a los más pobres.
Y hoy, los precios de los combustibles plantean la cuestión de las prioridades en la
economía de una familia.
¿Qué por qué creo que es difícil que baje el precio del petróleo? Por tres poderosas
razones: (1) no existe la tecnología para extraer más del oro negro ni refinerías que
obren la magia de ponerlo a nuestro alcance en las cantidades que necesitamos.
La razón número 2, es la sobrepoblación mundial que nos dice que al ser más, la
cantidad mía básica (que yo creía que necesitaba) ahora debe ser compartida para
que otros puedan tener el mismo nivel de comodidad que yo tenía antes y que
consideraba una especie de derecho adquirido.
La razón número 3 tiene dos nombres: China e India, con sus 2500` millones de
habitantes y que nos gritan en todos los idiomas y dialectos que se hablan en esas
tierras que ahora ya están presentes y quieren reclamar lo suyo.
Pero hasta aquí estamos hablando sólo del combustible que utilizan los vehículos
automotrices.
Para nada nos hemos referido a las fábricas, industrias, sistemas de calefacción,
centrales eléctricas, barcos y aviones que se han multiplicado y que ahora digieren
el combustible como quien padece de una sed crónica.
Mientras todos padecemos de la sed de combustibles, los pobres que se hacinan en
la favelas, villas miserias o poblaciones callampas (o llamados hoy “campamentos
de emergencia”) padecen todo los días para comprar el kerosene, parafina o el gas
butano para cocinar sus magros alimentos, si es que les alcanza o para
calefaccionar sus modestas viviendas.
Hay otro factor en los precios sostenidos y siempre en aumento que debemos
pagar: los impuestos con los que César grava los precios para satisfacer aquellos
que se llama el erario o presupuesto nacional y que siempre tiene déficit.
Hay un antiguo texto (como que tiene varios milenios) que afirma que no debemos
sobrevalorar los tiempos antiguos diciendo que eran mejores que los nuestros, pero
a riesgo de pecar de ignorante, me siento tentado de decir que sí, que, en realidad,
antes parece que se vivía mejor. O quizá nos conformábamos.
(Guillermo Serrano, Lunes 26 de Agosto, 2019). Artículo y foto del autor.