El cónclave ya ha partido

(Cuarto en una serie de artículos)

Quizá nunca imaginó Joseph Ratzinger que la obra del Espíritu Santo para elegir al sucesor de Pedro –según lo cree la Iglesia Católica Romana- vendría muy al final de las elecciones de los cardenales, de hecho, cuando salga el humo blanco desde la chimenea de la Capilla Sixtina. Sí, porque una vez hecha la decisión, le encargarán a la Tercera Persona de la Trinidad que guíe (¡ojalá!) a la poderosa institución terrena que enfrenta tantos problemas propios de los seres humanos.

Se habla ya de por los menos 2 candidatos (uno brasilero y otro italiano) como especie de finalistas entre las opciones del clero votante. También se ha especulado con un norteamericano y hasta de un posible africano.

Hans Küng, el teólogo católico romano (curiosamente castigado por la Congregación para la Doctrina de la Fe –ex Inquisición– que lideró su condiscípulo Ratzinger y que “En 1979 el Vaticano le retiró la licencia a Küng para enseñar teología católica, debido en parte su libro ¿Infalible? Un interrogante, donde cuestiona el dogma de la Infalibilidad Papal. La Congregación para la Doctrina de la Fe le había citado en 1975 para confrontar sus opiniones pero Küng nunca acudió. Su actitud crítica frente al Vaticano, y especialmente frente a la figura del papa Juan Pablo II, le convirtieron en uno de los principales teólogos críticos” http://es.wikipedia.org/wiki/Hans_K%C3%BCng” dice en su libro  Christ Sein ( “Ser Cristiano”) hablando en la sección titulada La Iglesia culpable: “a diferencia de los defensores de un retiro del mundo, Jesús no proclama un juicio vengativo a favor de la elite de los perfectos (como lo creían los esenios y los monjes de Qumran), sino que anuncia las buenas nuevas de la bondad infinita de Dios y de su gracia incondicional para los abandonados y los necesitados. Si la iglesia como comunidad de fe siguiendo a Jesucristo desea proclamar las buenas nuevas de esta bondad infinita y la gracia incondicional, debe reconocer nuevamente sus obligaciones.

En estos días, a pesar de la oposición al mundo y a sus poderes, la Iglesia nunca debe aparecer como una institución que amenaza e intimida, predicando desastres y creando temor. Está aquí para anunciar las buenas nuevas, no para lanzar amenazas; para difundir el gozo en Dios, no para crear un terror a Dios. Porque la iglesia existe no solo para aquellos cuya religión y moral son irreprochables, sino para los que tienen fallas en la moral, no son religiosos y para los que son impíos por una variedad de razones. No debe condenar o anatemizar , sino –sin ignorar las serias implicaciones judiciales del mensaje- sanar, perdonar, salvar y luego dejar el juicio a Dios”.

Los cardenales deliberarán y votarán finalmente por un hombre, igual a ellos, con sus virtudes y pecados, declarándolo su santidad atribuyéndole a su par la virtud de la santidad, cuestión que moral y teológicamente no resiste tal pretensión. Porque, La Biblia, la revelación escrita por las que nos guiamos los cristianos afirma que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gracia de Dios. Nuestro único camino para llegar a Dios pasa por el camino Jesucristo quien ofreció su vida para que pudiéramos llegar a estar en relación con la divinidad.

Guillermo Serrano, Lunes 11 de Marzo, 2013.