¿Un papa para el mundo?

¿Quién es un papa? ¿Qué lo hace diferentes a los demás hombres (o mujeres) que pueblan este planeta? ¿Y qué requisitos deben cumplirse para “aspirar” a papa?

A estas preguntas, comunes y casi ‘campestres’, la iglesia que tiene estos papas responderá que es el cargo máximo de autoridad en esa denominación y que el puesto viene desde principios de la era cristiana, siendo Pedro, el pescador convertido en apóstol de Jesucristo el primer papa del que se tiene memoria.

Bueno, nosotros tenemos otra visión sobre el papa católico romano. Primero reconocemos en el actual Francisco a una figura carismática que genera titulares todos los días. También nos impresiona su deseo de estar cerca de la gente. Y claro, algunas de sus declaraciones, como aquella que las iglesias que permanecen cerradas son más museos que iglesias.

Pero no reconocemos en este papa ni en ningún otro, autoridad o poder que limite nuestra libertad o que dicte nuestra conciencia. Si los creyentes católico romanos desean sujetarse a su autoridad o dictados están en su derecho y es algo digno de ser respetado e incluso admirado.

Porque no en balde, hace exactamente 498 años un monje –precisamente católico- rompió con la jerarquía del momento diciendo que el único poder que la iglesia tenía era sobre cuestiones terrenas (aquellas medidas impuestas por el clero de la época solo tenían un poder temporal). Todo esto ante la pretensión precisamente de un papa de querer vender indulgencias para “aligerar el paso de los fieles difuntos” del purgatorio al cielo.

Es precisamente en la Reforma del siglo 16 que se produce el punto de quiebre entre el catolicismo romano y el protestantismo afirmando este último que la salvación es don de Dios que Él lo da según quiere como regalo de fe, porque la salvación es precisamente por la fe en Jesucristo y no por méritos u obra humana alguna.

Por esto nosotros no podemos aceptar la autoridad de ningún hombre que quiera dictar nuestra conciencia cuando hablamos de la salvación, por ejemplo. No porque seamos orgullosos u obstinados como un cardenal católico romano tildó a Calvino cuando aquel le rebatió su llamamiento e intenciones como pastor de Ginebra.

Tampoco podemos aceptar que se nos desmerezca como ignorantes al no ponernos bajo una autoridad tan ilustrada como pueda serlo la de una persona elevada a cargos de preeminencia humana por otros seres humanos (por lo que tampoco aceptamos autoridades monárquicas que deseen les paguemos pleitesía y que reconozcamos sus dinastías como impuestas por el cielo…)

Dicho todo lo anterior, reconocemos los esfuerzos hechos por Francisco por el“aggiornamento” de su iglesia que aun no reconoce el papel de la mujer en el funcionamiento o liturgia de su denominación, que se resiste a ver en el divorcio un mal menor en parejas que llevan un mal matrimonio desde inicios o que tiene una visión aun medieval en cuanto a métodos anticonceptivos en lo de la planificación de la familia y que aun tiene una batalla cuesta arriba con la invasión pedófila (¿podría ser una especie de solución permitiendo a los sacerdotes casarse y formar una familia?)

Cuando Francisco visita Cuba y luego los Estados Unidos, cumple la misión “pastoral” que su iglesia le impone. Pero además lleva una agenda (como todos los papas la llevan a todos los lugares donde van) buscando nuevas u mejores oportunidades para su iglesia de existir y de tener algo que decir en los asuntos con los que debe lidiar los católicos del mundo.

En el caso de Cuba, presencia católica romana en los medios de comunicación de la isla que siguen siendo propiedad del estado. Ya Francisco se ha referido a la cuestión de los “sistemas económicos” que solo buscan el lucro en desmedro del bienestar de los trabajadores, cosa que no nos cabe dudas han sido muy bien recibidas en el país caribeño. »En un mundo donde el beneficio se coloca constantemente antes que las personas y el planeta, la economía del clima tiene mucho que ver con la ética y la moral. Porque si estamos de acuerdo que poner en peligro la vida en la tierra es una crisis moral, entonces nos corresponde a nosotros actuar moralmente. Eso no significa poner en juego el futuro merced a los ciclos de auge y caída del mercado”.

Varios periódicos norteamericanos se han hecho eco de algunas de estas declaraciones y miran con aprehensión la visita y el discurso que entregará Francisco ante el Congreso norteamericano dominado por los republicanos. Algunos de sus miembros se resisten a aceptar el cambio climático que el catolicismo ha abrazado como bandera de lucha para este comienzo de milenio.

Nosotros estaremos poniendo atención a estas visitas de septiembre del papa romano. Y comentaremos algunas de sus declaraciones, así como las implicaciones que ellas puedan tener, ante una iglesia protestante que siempre marcha a la retaguardia de las tendencias y hechos que se producen en el planeta, incapaz de reaccionar y de tener una voz que sea profética y bíblica para el momento que nos ha tocado vivir. Esta declaración es crítica. Sí, porque los llamados líderes protestantes (¿pondremos en la misma categoría a los televangelistas, apóstoles, profetas y hasta patriarcas ‘contemporáneos’,  cuya única preocupación parece ser la salvación de las almas, negándose a ver en la salvación ofrecida por Dios no solo esa parte inmaterial sino todo el individuo que vive y se mueve debajo del sol?) son incapaces de tener una voz ante los problemas y las situaciones que nosotros mismos nos creamos. Como botón de muestra, nos asola la crisis de refugiados que escapan de guerras y conflictos creados por estrategas mal informados y cuyas consecuencias las pagamos todos.