Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos

El que dirige la celebración se adorna con trajes y capas muy vistosas. El lugar, además, tiene ornamentos especiales. El aroma de las distintas especies aromáticas sube hacia un techo que refleja imágenes y figuras de otras épocas.

Los cánticos son en otros idiomas que los reunidos entonan aunque muchos de ellos sean incomprensibles para los participantes que dirigen sus idas expectantes hacia un lugar específico esperando quizá un milagro.

Es el oficio religioso al que se invita al público cuando da origen la gran cuaresma, la celebración que observan las iglesias ortodoxas de todo el mundo.

En el mundo occidental, el cristianismo protestante no hace mucho uso de lo que se llama el año litúrgico para destacar las distintas etapas en la vida de Jesucristo y lo que esto significa para la vida de todos. Pero las grandes iglesias del cristianismo sí siguen esta manera de relatar y de contar las fechas y eventos que marcaron la vida de la iglesia a partir de Jesucristo.  Leemos una introducción muy aclaratoria de la Iglesia Ortodoxa:

“La Gran Cuaresma es el tiempo en que nos preparamos para la fiesta de la Resurrección de Cristo. Sintéticamente es el símbolo del conjunto de la vida del ser humano, la cual se completará en su resurrección de los muertos junto a Cristo. Es un tiempo de renovada devoción: de oración, ayuno y ayuda a los necesitados. Es un tiempo de arrepentimiento, una verdadera renovación de nuestras almas, corazones y obras, en conformidad a Cristo y a sus enseñanzas. Es el tiempo, sobre todo, de nuestro retorno a los grandes mandamientos de amar a Dios y al prójimo.

En la Iglesia Ortodoxa, la Gran Cuaresma no en un periodo de morbosidad y tinieblas. Al contrario, es el tiempo de la alegría de la purificación. Estamos llamados a “perfumar nuestros rostros” y a “purificar tanto nuestros cuerpos como nuestras almas.” Los primeros himnos del primer oficio que se celebra en la Gran Cuaresma nos muestran el carácter propio de este tiempo:

Comencemos la Cuaresma con regocijo… ayunemos de la comida y de toda pasión, regocijándonos en las virtudes del Espíritu. Perseverando en ellas con nuestros deseos a fin de que podamos ser dignos de ver la santa Pasión de Cristo Nuestro Dios y, en la alegría espiritual, su Santa Pascua.

Tu gracia, oh Señor, que es la iluminación de nuestras almas, ha venido sobre nosotros. He aquí el tiempo aceptable; he aquí, ha llegado el tiempo de arrepentimiento. Rechacemos las obras de las tinieblas, revistámonos de las armas de la luz, a fin de que, atravesando el gran océano del ayuno, podamos llegar a la Resurrección al tercer día de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, Él que salva nuestras almas. (Himnos del Oficio de Vísperas)

Lo que Dios en verdad desea es nuestro arrepentimiento, no nuestro remordimiento. Lloremos nuestros pecados, pero hagámoslo en la alegría de la misericordia de Dios. Mortifiquemos nuestra carne, pero que sea en el regocijo de nuestra resurrección a la vida eterna. Nos preparemos durante la Gran Cuaresma, tanto para la Resurrección de Cristo como para nuestra propia resurrección”.( http://www.iglesiaortodoxa.cl/especiales/la_gran_cuaresma%20hopko.htm).

Curioso lenguaje el que oímos en esta declaración. Se usan términos que parece sacados de algún manuscrito antiguo: ayuno, arrepentimiento, resurrección, mortificación de la carne. Ya no usamos este vocabulario en las iglesias protestantes. Creemos que estamos tan llenos de la gracia que todo lo demás es solo olor a antigüedad desfasada y sin uso práctico.

A menos que releamos los evangelios que nos invitan precisamente a eso, a revisar nuestra vida y a ver en qué cosas hemos fallado y hacernos propósitos para cambiar y vivir una vida que refleje los valores cristianos.

Técnicamente hablando, la cuaresma da comienzo con el miércoles de ceniza, para este año el 5 de marzo (cosa curiosa, es el día anterior en que han acabado las fiestas y los carnavales del mundo, donde la carne ha sido la gran protagonista…)

“La práctica de la Cuaresma data del siglo IV, cuando se da la tendencia para constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

Según San León, la Cuaresma es “un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana” (Esta definición es deducida del análisis del sermón 42).

Se trataba, por tanto, de un tiempo, introducido por la imitación de Cristo y de Moisés, en el que la comunidad cristiana se esforzaba en realizar una profunda renovación interior. El Catecismo de la Iglesia Católica retoma esta idea y la expresa de la siguiente manera: “La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto” (http://es.wikipedia.org/wiki/Cuaresma).

Después de un vistazo sintético  a la cosa histórica, tenemos que ahora que ver lo que nos dice la Biblia. Existe, de hecho, anuncio y preparación para la venida de Jesucristo al mundo a través de las profecías. Porque de eso se trata la cuaresma, recordar la vida y la pasión de Jesucristo.

Todo comienza en los grandes profetas que anuncian que el tiempo de la esclavitud y de la opresión había cesado y que ahora la liberación es posible. Pero aquí no deseamos hablar solo en términos teóricos sino confrontando la realidad y por eso los profetas se refirieron a la liberación primero del pecado y sus consecuencias.

Sí, si existe preparación para celebrar la resurrección el domingo que marca el fin de la cuaresma es porque hubo un progreso en la historia que llevó al cumplimiento de las profecías hechas con siglos de anticipación.

Los evangelios –documentos para nosotros, relatos orales para los contemporáneos- hablan de la decisión divina de enviar a Jesucristo vivir entre los hombres, para enseñarles cómo vivir cristianamente, y finalmente para morir por los pecados de los suyos.

Es precisamente uno de los evangelios, el de Juan quien nos reafirma lo que hemos dicho: “En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.  Él estaba en el principio con Dios.  Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él.  En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.  Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.

Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió  como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyeran por lo que él decía.  Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz.  La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo. Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el mundo por medio de él, los que son del mundo no lo reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron.  Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad” (Juan 1:1-12).

Quiera Dios ayudarte hoy a ver la verdad que presenta la Biblia. Podrás celebrar estas y otras fiestas cristianas sabiendo que solo simbolizan la intención divina de salvar al pecador en el gesto de amor de Dios que llega hasta el sacrificio.