La Unión Médica Evangélica ha publicado un libro recopilatorio sobre la influencia de la Reforma protestante en el desarrollo de la medicina. “Hay una correlación directa entre la aparición de la Reforma y el desarrollo de la medicina”, dice Xesús Manuel Suárez, coordinador del trabajo.
El hecho de que el alcance de la Reforma protestante sobrepasó el terreno de reflexión estrictamente religioso, no parece suscitar muchas dudas en general. Sin embargo, cada vez son más los trabajos que se esfuerzan por concretar las otras ‘dimensiones’ de la vida que fueron también influenciadas por el movimiento impulsado por los reformadores.
Y pensando en el sector de la medicina, la Unión Médica Evangélica ha publicado en un libro un conjunto de capítulos fruto de una que comenzó hace más de dos años al respecto. En Reforma protestante y medicina (Ed. Andamio, 2018), como se titula el volumen, se habla de personalidades como Florence Nightingale, del nuevo paradigma de las relaciones entre médico y paciente, del desarrollo de la epidemiología y de los inicios de la Cruz Roja, entre otras cuestiones.
Con la Reforma, dice Xesús Manuel Suárez, el coordinador del trabajo, “la perspectiva bíblica no es limitada al entorno que llamamos religioso, sino que abarca toda la actividad humana” “Todas las áreas deben quedar sometidas a la soberanía de Dios”, añade.
Lejos de plasmar un relato histórico megalómano, el libro busca indagar en el inicio del desarrollo de la investigación médica y cómo han evolucionado aquellos retos iniciales hasta la actualidad. En este sentido, dice Suárez que el reto que plantea la Reforma hoy es “que todos los pacientes puedan sentir que delante no solamente tienen a un profesional de la medicina, sino a un ser humano que ama y atiende con toda dedicación y compromiso a otro ser humano”.
Pregunta: ¿De dónde surge la idea de publicar un libro sobre la influencia Reforma protestante y la medicina?
Respuesta: En 2017, coincidiendo con el 500 aniversario de la Reforma, tuvo lugar el habitual retiro anual de la Unión Médica Evangélica, y las exposiciones las tuvimos Stuart Park y yo. Me pidieron que hablase de Reforma y medicina y les transmití la idea de que quedaban muchas cosas por seguir investigando y mucho terreno interesante por descubrir. Así que les propuse hacer un trabajo entre todos, a partir de un esquema, para seguir con la investigación y que cada persona se ocupase de un área según el terreno que mejor conociese. Fue una propuesta de trabajo que nos hicimos para saber más y seguir investigando. Y a medida que íbamos progresando alguien comentó la posibilidad de poner todo aquello por escrito, en un libro, y así se acordó.
P: La principal hipótesis es la de que el proceso de la Reforma impacta Occidente en todos sus ámbitos, inclusive el de la medicina. ¿A qué conclusiones habéis llegado al respecto después de la investigación?
R: La Reforma supuso un cambio de mentalidad. La gente, al descubrir la Biblia y lo que ésta aportaba, el acceso personal a Dios, cambió no solamente en la relación personal sino en la forma de ver el mundo. El mundo dejó de ser algo mágico, algo que se escapaba del control, y pasó a ser el terreno de investigación de trabajo para aportar lo mejor de nosotros en él. Pasó a ser algo que Dios nos había dado para cultivarlo y hacerlo mejor. En ese sentido, el concepto de la investigación científica cambió totalmente. El mundo ya no era algo ajeno, sino algo creado por Dios para nosotros y que merecía la pena ser descubierto. La investigación científica se vinculó, lógicamente, a la medicina de una forma muy directa. Dejó de estar controlada por la Iglesia y pasó a ser objeto de estudio para todos. Esto tiene mucho que ver con la cuestión del sacerdocio universal, que no está en la clase sacerdotal mediadora, sino que cada uno es un sacerdote ante Dios. En esa línea, el mundo también merecía la pena ser explorado por todos sin ningún tipo de tutela. Ahí se produce un distanciamiento entre las universidades y la Iglesia que libera la ciencia.
Al mismo tiempo, la relación con los demás pasó a entenderse como una relación entre iguales, dejó de ser una relación de caridad y pasó a basarse en la solidaridad. Por tanto, la relación médico-paciente cambió también de una forma muy clara. Aceptando ambos aspectos, hubo un despegue de la investigación y los hallazgos médicos enorme en los países de cultura protestante. En pocos siglos, la medicina más avanzada pasó a ser la de los países de identidad protestante. Incluso en países de mayoría católica, como Francia, los mejores médicos eran protestantes. Y si llegamos a la época en la que comienzan a concederse los premios Nobel, puede verse que un porcentaje enorme de los galardones concedidos en el ámbito de la medicina han sido para protestantes. Hay una correlación directa entre la aparición de la Reforma, el descubrimiento de la Biblia, una nueva cosmovisión del mundo y el desarrollo de la medicina.
P: Entrando un poco más al detalle, ¿cuáles son algunos de los elementos de la medicina que la Reforma mejora, transforma o cambia?
R: Todo lo que es el desarrollo científico y la investigación médica empezó por verse liberado de la tutela de la Iglesia y se desarrolló en libertad. En una perspectiva muy luterana y calvinista, cualquier trabajo o investigación de conocimiento del mundo pasaba a ser un servicio a Dios. Es lo que Max Weber llamaba las tesis intramundanas del creyente. Es decir, cualquier actividad que nosotros hagamos en el mundo tiene un sentido de servicio a Dios y tiene que hacerse con excelencia, que es otro elemento aportado por la Reforma a la investigación científica. La asistencia sanitaria también cambió notablemente. El tipo de atención médica fue diferente. El paciente pasó a ser dignificado, entendido como una persona que necesita ayuda y apoyo, tanto médico como espiritual. La epidemiología pasó a ser un objeto de interés en el mundo protestante y hay otro elemento importante que se introdujo posteriormente, como la vinculación entre la atención médica y el movimiento misionero. Un ejemplo es el caso de Denis Parsons Burkitt, un británico que viajó a África para trabajar como misionero y en atención sanitaria. Allí incluyó una investigación médica de tanta calidad que identificó algo tan importante como la posible vinculación entre el virus y la aparición de cáncer. El linfoma de Burkitt, como se llama, fue identificado por él y hoy tiene una vigencia clara. La medicina y el progreso social, la aparición de la Cruz Roja, fundada por un protestante, son elementos que también sirvieron como aporte enorme del protestantismo a la medicina.
P: ¿De qué manera un movimiento que en sus inicios era de carácter religioso y social termina alcanzado el ámbito científico-médico de la Europa del siglo XVI?
R: Por el propio carácter del Reforma. No se conformó con ser un movimiento religioso. Fue inicialmente la consecuencia de aquella inquietud por responder a la pregunta de Lutero: ‘¿Cómo tengo yo la seguridad de la salvación?’. Pero, a partir de ahí, se desarrolló toda una forma diferente de ver el mundo. Se liquidó la muralla que separaba lo sagrado de lo profano y todo pasó a ser sagrado, santo y dedicado a Dios. A partir de entonces no había ninguna actividad que escapase al servicio del cristiano a Dios y a los demás. Es muy conocida otra anécdota de Lutero y un zapatero que había creído en el evangelio y que le preguntó qué podía hacer para ser un mejor creyente, a lo que el reformador le dijo que hiciese de la mejor forma sus zapatos. Eso describe la perspectiva bíblica, que no es limitada al entorno que llamamos religioso, sino que abarca toda la actividad humana. Todas las áreas deben quedar sometidas a ese concepto tan fantástico que acuñó Calvino, en base a la Biblia; la soberanía de Dios. Dios es soberano sobre todas las áreas de la actividad humana y, por eso, es un gozo poder desarrollarlas en libertad para su gloria.
P: La dimensión religiosa de la Reforma fue fuertemente hostigada y perseguida. ¿Cómo se vivió en el contexto su influencia en el sector de la medicina?
R: Cuando se habla de las guerras religiosas se tiene la idea de que fue entre iguales, y no lo fue. Por ejemplo, lo que sucedió con los hugonotes fue un genocidio como lo que está sucediendo ahora con minorías religiosas en diferentes países. Esa persecución afectó a los médicos protestantes. Muchos de ellos tuvieron que emigrar de sus países, especialmente de Francia. Allí, lo mejor de la medicina estaba en manos de los médicos protestantes y muchos tuvieron que salir del reino, pero llama la atención que algunos de ellos fuesen protegidos por la monarquía justamente porque sabían que eran los más excelentes médicos y merecía la pena mantenerlos al servicio de la corona. Es como el caso de algunos médicos gallegos republicanos que, durante la dictadura, eran sacados de la cárcel para que atendieran a las autoridades, como fue el caso de un ginecólogo y la mujer del gobernador civil. Es la misma situación que lo que ocurrió con los médicos protestantes en los siglos XVI y XVII.
P: En el libro habláis de que la influencia de la Reforma en la medicina dio paso a una visión diferente en algunos aspectos. ¿Qué herencia queda de todo ello?
R: Aquí recomiendo remitirse al último capítulo del libro [Reforma y medicina en la actualidad, de Raquel Barrantes] que nos describe el impacto que todavía queda. Una de las cosas que aporta la perspectiva protestante es la cuestión de la evidencia científica. Es algo en lo que todos nos fijamos hoy en día para ver si conviene recetar un tipo de medicamento u otro a un paciente. Toda la cuestión de la evidencia científica está muy vinculada a la mentalidad, a la forma bíblica de entender las cosas que fue aportada por el protestantismo. Al final, después de todo este trabajo, los médicos de la UME nos planteamos el hecho de no limitarnos a todo lo que se ha trabajado, a pesar de sentir orgullo de ello. ¿Cómo entendían los médicos protestantes de entonces la medicina? ¿Cómo entendían el concepto de excelencia? ¿Y el de calidad en la atención médica? ¿Cuál era su trato personal con los pacientes? Esto es un reto para cada uno. Hay que ejercer la medicina con excelencia. Hay que hacer esfuerzos por reciclarse, y hacerlo también para que la forma de tratar a los pacientes tenga algo diferencial, algo distintivo. Que todos los pacientes puedan sentir que delante no solamente tienen a un profesional de la medicina, sino a un ser humano que ama y atiende con toda dedicación y compromiso a otro ser humano. Ese es el reto que se nos ha dejado la Reforma y que este libro nos ha animado a asumir.
P: Comentabas la existencia de una distinción entre países de tradición protestante y los de otra tradición religiosa, principalmente católica, a la hora de hablar de avances médicos. ¿Hasta qué punto es justo considerar la Reforma como un elemento diferenciador de la calidad de los sistemas sanitarios de unos y otros países?
R: Históricamente es evidente. No hay más que mirar los índices epidemiológicos para comprobarlo. Afortunadamente, esa forma de entender la investigación médica se ha extendido en la actualidad. Digamos que ha conquistado al resto del mundo. Así que, hoy, ese criterio ha sido asumido por todos los médicos de todos los entornos y culturas, pero insisto que esa manera de aproximarse tiene un origen. Algunos dicen que no es exclusivo del protestantismo, pero sí de una forma muy significativa en una mentalidad protestante que ha sido tan liberadora. Pero ha llevado un tiempo homogeneizar esa forma de aproximarse a la medicina. Mucha gente cree, erróneamente, que la mayoría de los investigadores médicos son ateos. Esto es falso. Hay estadísticas que muestran que hoy en día, si hacemos una selección de los investigadores destacados en medicina, alrededor del 50% son creyentes. Esto debe saberse porque es falsa la concepción de que la ciencia, la investigación médica, es un lugar que implica abandonar la fe o no haberla tenido.
P: ¿Y qué hay del caso de España?
R: Santiago Ramón y Cajal decían que investigar en España es llorar. En España han habido grandes investigadores, pero a nivel individual y, justamente, esto le da más heroísmo a sus logros, porque trabajaban sin apoyo y sin un entorno estimulador, lo que requería de un esfuerzo personal mucho mayor. Esto ha marcado la diferencia con países como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania, en los que la investigación ha sido algo que la comunidad, la sociedad, entendía como algo muy útil. Algo vinculado a un mejor conocimiento del mundo y, a fin de cuentas, a un mejor conocimiento de lo que Dios había creado. Además, algo conectado también a la promoción y la mejora de lo que es la vida de las personas. Esa diferencia entre países de cultura protestante y países como España ha sido muy notoria, y creo que aún lo sigue siendo. No hay más que ver la parte del PIB que se dedica a la investigación médica en Estados Unidos y la que se dedica en España. Muchos médicos que publican en Estados Unidos no tienen apellidos americanos, sino que son de otros países, pero allí se les acoge y se les dan facilidades porque la investigación se considera importante. Aquí, la mentalidad es diferente. No descalifico, para nada, la labor de los investigadores españoles. Al contrario, tiene más mérito, porque el entorno no favorece para nada su trabajo. Y el entorno tiene que ver con la mentalidad colectiva, y aquí está dominada por el catolicismo.
P: ¿Cómo podrían cambiar ahora los valores y la ética propios del protestantismo el estado del sistema sanitario actual en este país?
R: Si hablamos de la seguridad social, España tiene un gran sistema de cobertura sanitaria. La cobertura universal ha sido un gran éxito de la sociedad española. Pero si hablamos de la forma de entender la atención médica y la investigación, queda mucho trabajo por hacer. Por compararlo a la política, España tiene un déficit que es haber desconocido la Reforma y eso ha supuesto siglos de atraso tanto en la investigación científica como en la función del sistema democrático. Los protestantes de este país pueden dar a conocer la Reforma, pero eso requiere que estén convencidos de que su propuesta es pertinente y útil para el país. Esto es un trabajo pendiente. También deben desvincularse de la mentalidad colectiva católica, de funcionario que no cree que cuando va a trabajar va a hacerlo para que su país progrese. Así que tenemos que empezar por nosotros, los protestantes, por descubrir lo que hemos aportado al progreso de la humanidad y ver cómo eso es útil para el desarrollo de este país.
Aplicándolo al ámbito político, encontramos un problema serio. Durante siglos hemos sido ‘herejes’ y la derecha católica nos ha perseguido como a tales. Pero ahora llega la izquierda y nos sigue persiguiendo porque nos identifica como religiosos y entiende que estamos del lado de esa derecha católica. Nos toca ser ‘herejes’ siempre, en continuidad con el capítulo once de la carta a los Hebreos. Pero esto hay que romperlo y hacerle ver a los dirigentes de este país el interés de aportar esta mentalidad protestante, esta forma diferente de entender el mundo que ha transformado Occidente y que merece la pena tenerla en cuenta para el momento actual del desarrollo médico y político de España.