Evangelista Billy Graham muere a los 99 años

Mi encuentro con Billy Graham ocurrió en una conferencia a la que fui invitado. En realidad, nos cruzamos en un pasillo. Yo, con mi actitud latinoamericana de curiosidad ante el gran evento y él rodeado de un aparato de seguridad impresionante. Pero nos miramos, a una distancia de unos 3 metros y nos hicimos una venia. Sí, Graham respondió a mi saludo con cierta humildad que nadie podría esperar de un hombre acostumbrado a todo tipo de ambientes.

“La estatura mundial de Graham continuó creciendo. Un récord de 50 veces se clasificó entre las 10 mejores «personas más admiradas» en las encuestas Gallup. Un editor de la revista Time escribió un libro que lo aclamaba como una de las «grandes almas» del siglo anterior, y en 2007 la revista dedicó una historia de portada a su relación con 11 presidentes estadounidenses. La nación había enfrentado tumultuosos tiempos a través de los años 60, sobrevivido a una carrera de armamentos nucleares aterradora, y entrado  a una edad del terrorismo internacional y de las amenazas planetarias. De alguna manera, con cada cambio, Graham y su antiguo mensaje parecían aún más relevantes” (Philip Yancey, en artículo de la revista Christianity Today).

¿Un evangelista busca la fama o la fama los busca a ellos? ¿Son los medios de comunicación los que “hacen” a las personas más grandes que la realidad? Los títulos y adjetivos de los que nos rodeamos como reverendos, obispos “su santidad” y ahora con la pretensión  de tener a disposición de los que les siguen “apóstoles, profetas y patriarcas” ¿les hacen más grandes o intocables?

Billy Graham ha entrado a aquella dimensión infranqueable para los humanos vivos y que se llama eternidad. Ahora quedan las historias y leyendas de un hombre que visitó a los grandes de su época y que llevó el mensaje en el que creyó a presidentes, reyes, líderes de todas las ideologías y al pueblo común que siempre esperó un cambio y una nueva oportunidad.

Ahora vendrán los homenajes, los funerales de estado y todas aquellas ceremonias de las que nos rodeamos los seres humanos y que nos hacen sentir que estas cosas son necesarias para enfrentar las interrogantes que llegan en estos momentos. Que solo sirven de consuelo a la familia y a aquellos que se duelen ante la pérdida de un ser estimado y admirado.

Lo dijo en su momento el poeta John Donne: “ningún hombre es una isla. Todos formamos parte de un archipiélago y cuando una isla desaparece, todos lo sentimos…”

(Guillermo Serrano, Miércoles 21 de Febrero, 2018).