En Arabia Saudí, el corazón del islam, es prácticamente imposible ser cristiano. Mientras que a los turistas extranjeros se les permite cierta libertad para realizar reuniones religiosas de manera privada, la presión del Gobierno y los familiares a los saudíes nativos es casi absoluta.
Y aun así Dios está trabajando en medio de la sociedad saudí. La historia de Muminah* nos da una muestra de las formas en las que el Señor obra.
Muminah lo recuerda muy claramente. Hace cinco años, cuando vivía con su marido en la ciudad saudí de Najran, viajó con él a la Meca para realizar el “hajj” (el peregrinaje que todos los musulmanes deben hacer una vez en su vida). Anhelaba vivir una experiencia espiritual durante el peregrinaje, el cual había sido planeado con mucha antelación.
Una vez allí, mientras estaba en lo que se suponía que era la cumbre de su vida espiritual musulmana, Jesús se le apareció en un sueño y la llamó para seguirle. Por primera vez en su vida, Muminah sintió el amor de Dios. Pero la visión la dejó confundida.
Habiéndose criado en Arabia Saudí, todo lo que a ella le habían enseñado era sobre el estricto y austero islam en su corriente wahabí. Sus enseñanzas sobre los seguidores de Cristo eran claras, pues desde los seis años sus libros escolares le enseñaban que todas las religiones fuera del islam son falsas. Y ella se acordaba de su profesor de instituto proclamando que Dios (Alá) había maldecido a los judíos y a los cristianos por ser “los primates del Sabbath” y los “cerdos infieles de la comunión de Jesús”.
Las iglesias están prohibidas en Arabia Saudí y convertirse del islam puede ser castigado con la muerte por decapitación. Muminah no conocía a nadie que fuera seguidor o seguidora de Cristo, y como su marido reaccionaba siempre con malos modos simplemente con que alguien hiciese alguna pequeña crítica sobre el islam, decidió mantener su sueño en secreto.
La libertad de movimientos para las mujeres en Arabia Saudí está muy limitada. No se les permite conducir coches o salir de casa sin ir acompañadas de un familiar. Pero existe un portal al mundo exterior difícil de cerrar incluso para el mismo Gobierno saudí: internet.
Después de la peregrinación, una vez en casa y con su marido en el trabajo, Muminah cerraba su puerta y buscaba en internet más información sobre aquel que se le había revelado de una forma tan especial, Jesús. A través de internet, se puso en contacto con otros árabes en el extranjero que le pudieron enseñar acerca de Jesús.
Rápidamente se dio cuenta de que la Biblia no estaba corrompida tal y como le habían enseñado toda su vida, y de esta manera las enseñanzas de Jesús le fueron impactando cada vez más. Empezó a orar y, un día, mientras chateaba con un cristiano que nunca había conocido en persona, después de haber orado juntos, Muminah entregó su vida a Jesús.
Ahora, a través del ordenador, puede leer la Biblia todos los días. Pero eso sí, se asegura de borrar siempre su historial de visitas en internet ya que su esposo se enfurecería, y mucho, si lo descubriese. Si por alguna razón supiese que su mujer es cristiana, pensaría, sin duda alguna, que está loca o embrujada. Peor aún, tendría por ley el derecho de matarla él mismo o acusarla a la policía religiosa para que fuese ejecutada.
Hace ya cinco años ya desde que Cristo se apareció por primera vez a Muminah, pero aún no ha conocido a ningún cristiano saudí en la vida real. Para los escasos cristianos saudíes, vivir la vida cristiana es un reto que conlleva peligro y soledad, pero el hecho de encontrar la Verdad de Cristo les merece la pena. Sabemos que Dios está allí, confortándoles.
Muchos saudíes conocen a Cristo a través de internet, la televisión por satélite o por contacto personal con cristianos cuando viajan al extranjero. Pero volver a casa y compartir su fe con sus familiares es extremadamente peligroso. Ha habido casos de creyentes saudíes que han desaparecido después de que sus familiares descubrieran que se han convertido o hubiesen admitido seguir a Jesús. Incluso cuando se mudan a vivir a otro país, muchos de ellos no proclaman su fe en público ya que tienen miedo de ser secuestrados y devueltos a Arabia Saudí.
Puertas Abiertas estima que, si un musulmán en Arabia Saudí u otro país islámico de Oriente Medio se convierte a Cristo y no recibe ningún apoyo o compañía en su camino espiritual durante los primeros seis meses, lo más probable es que se pierda y vuelva a la religión de la que procede. Por ello, Puertas Abiertas intenta alcanzar y acompañar a los cristianos clandestinos mediante medios digitales y radio (además de seguimiento telefónico), distribución de biblias y recursos cristianos, formación bíblica, consejería post-traumática, formación profesional, microcréditos, etc.
Tú puedes ser parte de la historia de hermanos y hermanas como Muminah. Considera acompañarnos en esta aventura en búsqueda y formación de seguidores de Cristo en los lugares más inesperados. Haz tu donativo ahora en GivingTuesday.
*Historia representativa por razones de seguridad.