En los Estados Unidos se habla del viernes “negro” para referirse a la ventas de algunos productos baratos o súper baratos que deberían atraer a tantos compradores que las cuentas en el libro de contabilidad deberían estar en negro que es sinónimo de ganancias (y no en rojo que se usa universalmente cuando las cuentas “no dan” o van para el ítem pérdidas).
Y todas las riendas abrían sus puertas a eso de las 5 o 6 de la mañana del viernes siguiente del Día de Acción de Gracias, que siempre cae un día jueves (el tercero de Noviembre).
Y eso cambió este año cuando las tiendas comenzaron a abrir sus puertas a las 9 de la noche del jueves –que hasta ahora era completamente feriado y uno se dedicaba a descansar, a ir a la iglesia a dar gracias y a tener una comida en familia- con miles de personas a las puertas de los comercios más diversos atropellándose por poder poseer esos artículos tan ansiados.
¿Hay necesidad de “ir de tiendas” todos los días? ¿Debe el comercio lanzar sus anzuelos con esas ofertas irresistibles que nos ponen a salivar a todos? ¿Se justifican esas filas cientos o miles de personas que soportan las inclemencias del tiempo durantes largas horas (o días) para tener esas cosas tan soñadas pero de calidad dudosa?
Dice un pasaje del Nuevo Testamento que la vida es más que las cosas que poseemos (aunque alguien ha dicho que son las cosas las que nos poseen…)
Es evidente que hay un cambio generacional no solo en la edad, sino en los hábitos, valores y costumbres de esta generación. Quizá por esto las iglesias y los cristianos tendríamos que comenzar a decir algo que tenga sentido para esta nueva generación. Claro, con los fundamentos que da la Biblia, pero en un lenguaje y con ejemplos que sean compresibles para los que nos oyen (y cuyo espacio de atención no sobrepasa los dos minutos).
Guillermo Serrano (Lunes, 26 de noviembre, 2012).