Notre Dame y signo de los tiempos

Un despistado comentarista de la televisión hizo el comentario: ¿arde Paris? para referirse al incendio de la catedral histórica de la ciudad francesa. Desdichado comentario que se le atribuyó primero a Hitler cuando quería asegurarse que Paris quedaría arrasado si no se rendía a sus tropas.

“La catedral de Nuestra Señora (en francés, Cathédrale Notre-Dame) es una catedral de culto católico, sede de la archidiócesis de París, la capital de Francia. Dedicada a la Virgen María, madre de Jesucristo, se sitúa en la pequeña isla de la Cité, rodeada por las aguas del río Sena. Es uno de los monumentos más populares de la capital francesa.

Se trata de uno de los edificios más señeros y antiguos de cuantos se construyeron en estilo gótico. El uso innovador de la bóveda de crucería y del arbotante, los enormes y coloridos rosetones y el naturalismo y la abundancia de decoración escultórica lo diferencian de la arquitectura románica.

Su edificación comenzó en el año 1163 y, para 1260, ya estaba completada en su mayor parte, aunque se terminó en el año 1345 y se modificó de manera frecuente a lo largo de los siglos siguientes. Durante la década de 1790, tras la Revolución francesa, Notre Dame sufrió la profanación de parte de su imaginería religiosa, que quedó dañada o destruida. La publicación de Nuestra Señora de París por Victor Hugo, no obstante, reavivó el interés popular por ella” (Fuente para la nota histórica: Wikipedia).

Pero el incendio que ha destruido parcialmente Notre Dame puede aparecer hoy como un símbolo de la tragedia moral que se ha cernido sobre el catolicismo romano que ve con pavor su pérdida de influencia y de ser el árbitro de la moralidad en un mundo y una sociedad que ya no se interesa por la cuestión religiosa. De hecho, la Francia de hoy reclama un 50 por ciento del total de su población como seguidora del catolicismo romano, con un gran déficit de vocaciones sacerdotales y en donde los laicos deben asumir tareas de enseñanza y catequesis.

Pero le preguntamos a los que poseen grandes fortunas monetarias en el mundo y que han corrido a contribuir para la restauración del templo, ¿lo han hecho por su amor a la arquitectura histórica o por ganar méritos para su salvación? Porque esto también forma parte las creencias de una denominación en que el esfuerzo humano corre a la par de la gracia de manera de llegar “cerca de la divinidad”.

Creemos que los grandes e históricos edificios tienen o han tenido su lugar en nuestro mundo. También creemos que cuando su tiempo llega para el declive y quizá su demolición o simplemente su deterioro, eso también forma parte de la experiencia entre los humanos.

Los cristianos no somos seguidores de edificios o monumentos. Tampoco seguimos figuras humanas, que, como todos, tenemos los pies de barro. De hecho, del reformador Juan Calvino, no sabemos dónde fue enterrado…

A raíz de Notre Dame y su incendio, nos vienen a la memoria las palabras de Jesús cuando sus oponentes cuestionaban su autoridad: “ —¿Qué prueba nos das de tu autoridad para hacer esto? Jesús les contestó: —Destruyan este templo, y en tres días volveré a levantarlo. –Los judíos le dijeron: —Cuarenta y seis años se ha trabajado en la construcción de este templo, ¿y tú en tres días lo vas a levantar?

Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo. Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de esto que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús” (Evangelio de Juan).

(Guillermo Serrano, Jueves 18 de Abril, 2019)