Los ojos del mundo se han centrado hoy, 26 de Junio, 2015 en los Estados Unidos de Norteamérica ante la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos que ha declarado el matrimonio entre personas del mismo sexo como la ley del país.
Las preguntas y las dudas no se han dejado esperar. ¿Qué haremos los cristianos o mejor aún cómo debemos reaccionar ante esta medida? Otra pregunta que está asociada con lo anterior: ¿cómo esta nueva medida legal afectará la vida de las iglesias y denominaciones?
La Iglesia Cristiana Reformada (de la que soy miembro) ha debatido a nivel de comités de estudio y decisiones sinodales no solo la actitud, sino el cómo las congregaciones deben ministrar (es decir, prestar la ayuda y el consejo pastoral) a los miembros homosexuales de las iglesias. Todo esto a partir de 1970, cuando muchas iglesias y organizaciones cristianas decidieron mirar parta otro lado o simplemente ignorar la tendencia y el cambio que se veía venir en la sociedad.
La opinión “cristiana” de la época era pretender que la atracción entre miembros del mismo sexo no solo era una aberración, sino digna de ser tratad psiquiatricamente. El ser gay se consideraba un fracaso personal y tales personas no tenían cabida en ninguna congregación cristiana.
Es por eso que en 1973 el primer comité de estudio hizo tres afirmaciones que despertaron distintas reacciones en la comunidad evangélica norteamericana. Dijo tal comité que las terapias para cambiar la orientación sexual de una persona era irrelevantes y que las congregaciones deberían ministrar y no rechazar a aquellos miembros “que se sentían atraídos por personas del mismo sexo”.
Una segunda cosa que hizo este comité (como una sugerencias a las iglesias) era no mirar a aquellas personas homosexuales como las más dignas de condenación, sino como miembros con alguna “discapacidad” en que tener ese tipo de impulsos de atracción por los del mismo sexo formaba parte de esa condición aunque no les daba una licencia para ceder a la tentación.
En tercer lugar, se pidió a las personas homosexuales que tuvieran un autocontrol y a las iglesias que fueran un lugar acogedor, y que se extendiera tanta gracia como fuera posible a los que luchaban (y luchan) con la tentación. Porque el pecado sexual que nos afecta a todos, incluyendo la pornografía, el adulterio, el abandono de los cónyuges y el divorcio es una lucha y una batalla que no debieran existir en las iglesias, pero la realidad demuestra que la tentación sigue ahí y son muchos los pierden tal batalla.
La postura de la Iglesia Cristiana Reformada es que existe una distinción entre la atracción que pueden experimentar los miembros del mismo sexo y el comportamiento o práctica de una conducta sexual.
Las preguntas que nos plantea la decisión legal de una corte hoy día no tienen una respuesta fácil ¿Cómo respondemos cuando un hijo adulto de la congregación pide al pastor para oficiar en su boda entre personas del mismo sexo? ¿Cómo respondemos a una pareja del mismo sexo casada que asiste a nuestra iglesia? ¿O presentar a sus hijos para el bautismo? ¿Debemos tratar su presencia en nuestras congregaciones al igual como hacemos con una pareja conviviente o una familia que ha caído en el divorcio y ha intentando un segundo o tercer matrimonio? ¿O debemos liderar con un llamado al celibato y al arrepentimiento cuando le damos la bienvenida a cristianos homosexuales en nuestras congregaciones? ¿Debemos construir relaciones y ganarnos el derecho a hablar en las vidas de aquellos que buscan consejo hacia otras opciones, o nos conformaremos con opiniones y decisiones tajantes y dogmáticas perdiendo así la oportunidad de influenciar en sus vidas?
Sería muy fácil citar los textos favoritos que cada uno pueda tener. Pero lo más difícil será ejercer la paciencia para entender los desafíos que tenemos por delante y lo más importante: que honremos a Dios en las decisiones que adoptemos y que mostremos humildad ante un tiempo que es difícil y que no presenta soluciones fáciles.
El estudio de diversos comités ilustra la seriedad de la Iglesia Cristiana Reformada en lidiar con un tema tan delicado y de tanta trascendencia como el que hemos comentado aquí. Tales estudios no pretenden tener la última palabra, pero por lo menos reflejan una actitud pastoral ante la necesidad de una respuesta adecuada a personas que se debaten ante las opciones y estilos de vida que la existencia les presenta.
Guillermo Serrano, Director de Ministerios Reforma
En Chicago, 26 de Junio del 2015.
http://www.crcna.org/sites/default/files/1973_report_homosexuality.pdf
http://www.crcna.org/sites/default/files/1999_report_careforhomosexuals.pdf