Vivimos en ciudades desde que abandonamos la vida agrícola y hasta “cavernaria” según los evolucionistas, y los sociólogos que acompañan estas explicaciones, por demás impactantes. Pero la realidad es que las ciudades han existido desde siempre. Algunas de ellas muy antiguas, como Babilonia por ejemplo, o Roma o algunas ciudades precolombinas como México.
Mosaico fotográfico en el Aeropuerto O’Hare en Chicago, donde se pinta la gran ciudad en sus actividades y habitantes y tan necesitada como las demás que se predique el evangelio de Jesucristo.
Lo que atrae de las ciudades a los habitantes del “campo” o de las provincias es la idea de la centralidad donde todo se puede obtener con relativa facilidad o centralidad. Es ahí, en las ciudades donde se ubican las capitales de los países. Y por ello es ahí precisamente donde se centraliza el comercio, la industria, los centros educaciones y de servicios como la salud, trámites legales y todo aquello que se requiere para vivir modernamente.
Mi familia y yo vivimos en Chicago, del estado de Illinois, en los Estados Unidos 1991, porque es aquí donde se centraliza el ministerio. Y aquí, la palabra está muy bien utilizada, porque el español es uno de los idiomas utilizados (hay 9 más, cada uno con un director y personal del idioma y la cultura donde se realiza el trabajo de comunicaciones y evangelización).
Todo este esfuerzo en alcanzar a los habitantes de una ciudad, un país o un continente obedece a un compromiso de familias e iglesias dispuestas a proveer de los medios necesarios para que en cada lengua hablada por centenares de millones de personas se llegue con el mensaje del evangelio. (No que los idiomas y dialectos locales no sean importantes, pero existen hoy muchas organizaciones que se dedican a traducir la Biblia o parte de ella en esos lenguajes, como las Sociedades Bíblicas Unidas. http://labibliaweb.com/).
¿Cuáles son las necesidades que enfrentan hoy nuestros pueblos y ciudades? Educación, salud y trabajo podrá responder cualquier persona que se interese en el tema (e interesados somos todos). Pero podemos agregar otras necesidades que son evidentes: seguridad y paz ciudadana, agua potable, transporte público eficiente y al alcance de todos, eliminación de la burocracia y uno de sus engendros preferidos: la corrupción.
Y hablando de ella, de la corrupción –que no es un término ni una práctica patentada en América Latina solamente– Jesucristo se enfrentó a ella lamentado el castigo que vendría para las ciudades corruptas y que parecían disfrutar toda la inmoralidad que estuviera a la mano en la famosa declaración de los ayes sobre las ciudades impenitentes.
Por eso es que ante esta necesidad de parar la corrupción, nosotros seguimos adelante en la tarea de anunciar el evangelio. Son las Buenas Nuevas que pueden hacer una diferencia en las vidas de los habitantes de todo pueblo y ciudad que esté dispuesto a oír que en Dios hay misericordia y perdón para los que escuchen con corazón arrepentido el mensaje de Dios: porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a Hijo de manera que todo aquel que crea en él no se pierda sin tenga vida eterna.
Guillermo Serrano, Lunes 20 de Agosto, 2013.