Los desastres nunca son bienvenidos, pero sabemos que vendrán. Para el terrorismo nadie estaba preparado.
Nadie se encontraba preparado para el terrorismo, plaga que se desató a partir de los 70s y que hasta hoy persigue al hombre moderno, como si se tratara de una maldición apocalíptica.
Tuvimos una muestra de ello en las olimpiadas número 40 celebradas en la entonces Alemania Occidental, cuando atletas fueron asesinados por demandas políticas que se pierden en la noche de los tiempos.
Latinoamérica contribuyó a esta desgracia con dos tipos de terrorismo: uno a cargo de los llamados grupos subversivos que matan para hacer saber de sus peticiones y además para ejercer presión en los gobiernos. El otro terrorismo es del estado, que responde con igual saña y dejando su propia estela de muertos y desaparecidos.
Hasta hoy, no ha habido país que se haya librado de este flagelo, que no repara en signos de orientación política o tasas de bonaza económica.
Nosotros pensamos que el terrorismo es un mal hijo de una sociedad que no sabe o no quiere actuar con justicia en la mayoría de los casos y es además una respuesta a la corrupción que se vive a todos los niveles y que impide una resolución pacífica de los conflictos. No nos olvidemos aquí de los intereses económicos –poderoso caballero es don dinero– que se confabulan para no querer aceptar una realidad.
Claro, los terroristas, provengan de donde sea tienen la responsabilidad de sus acciones. No queremos caer en el antiguo vicio de sociólogos y psicólogos que siempre están excusando las acciones de cada uno y echándole la culpa a circunstancias o cuestiones accesorias. No, cada uno debe responde de sus acciones.
Existe un área de influencia que no podemos pasar por alto. Ésta tiene que ver con el papel de las iglesias en la formación de sus miembros. Porque cuando las congregaciones sólo se dedican a hablar del cielo y de la bienaventuranza que nos espera cuando muramos, se olvidan que hay una vida que vivir primero aquí.
La Biblia y la vida nos muestran que existen varias esferas de vida donde los que se llaman cristianos están llamados a actuar. La sociedad no se puede salar si la iglesia no entiende que su papel es el de preservar en una ciudad o un país que pide a gritos modelos y ejemplos que sean dignos de ser seguidos.
La política, el mundo de los negocios, las distintas áreas de la investigación científica, los sindicatos, los medios de comunicación y los distintos tipos de entretenimiento no son neutrales. Todos contienen los énfasis y las ideologías de los que se desenvuelven y trabajan en ellos.
Los púlpitos de las iglesias y las congregaciones que usan la radio, la televisión y la Internet deben destacarse por proclamar las virtudes cristianas y la necesidad de un cambio de vida para todos, para que todos podamos vivir en paz y en seguridad.
El salmo 55, en la introducción, habla de una situación específica de miedo y de susto ante la inseguridad personal experimentada por David, el que sería rey, pero que ahora era perseguido sin piedad. La idea era matarlo.
Por eso dice: “Siento que el corazón se me sale del pecho; el miedo a la muerte me domina. Estoy temblando de susto. ¡Realmente estoy espantado! ¡Quisiera yo tener alas y volar como paloma hasta un lugar tranquilo! Me iría muy lejos de aquí: ¡Me iría a vivir al desierto!” (Salmos 55:4-7 TLA).
Las expresiones que encontramos aquí son muy humanas. Pero al miedo y a la desesperación se contrapone el mensaje cristiano de fe y de esperanza. Este mensaje se basa en las declaraciones del mismo Jesucristo, quien dijo que Él había hecho posible una reconciliación de Dios con la criatura a través de su sacrificio en la cruz. El ser humano puede nuevamente ser amigo de su prójimo, si primero es amigo de Dios.
Existe una canción infantil que dice que debemos tener cuidado de lo que hacen nuestras manos, boca y pies, porque hay un Dios de amor mirándonos. Bueno, la canción puede ser cantada por infantes, pero la realidad y la verdad es que sí existe un Dios que está mirando las acciones de todo el mundo. Incluso las de los que son terroristas. Y ese Dios no es sólo de amor. Es también de juicio.
(Guillermo Serrano, Lunes 16 de Noviembre, 2015).