La sociedad moderna ha hecho de los hijos una especia de adoración y a veces se transforma en una obsesión. Las conversaciones de los adultos, incluyendo invitados parecen girar en torno a las cosas que hacen los niños y lo que han aprendido. Pero los niños deben aprender en sus hogares cuál es su lugar y cuando es bueno que sean componentes de una familia y no sus protagonistas.