Salmo 27:7-12

SIEMPRE HAY UN HOGAR

“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. Salmo 27:10

Tristemente, no todo el mundo guarda buenos recuerdos de su padre. Muchos crecieron con padres ausentes, que ofrecieron desamparo en lugar de protección. Algunos nunca llegaron a conocerlos. Y otros, aún más doloroso, hubieran preferido no haberlos conocido nunca. El mundo está lleno de historias marcadas por padres que abandonaron, descuidaron o incluso dañaron a sus hijos. Y cuando esa es la experiencia, es comprensible que resulte difícil aceptar a Dios como Padre. La palabra "padre", en lugar de traer consuelo, puede despertar confusión o rechazo. Sin embargo, la fidelidad de Dios supera con creces la de los mejores padres. Nuestro Dios Padre es el Padre fiel y perfecto. Él conoce el vacío que deja el abandono, y solo él es capaz de llenarlo. Al llamarse Padre, Dios está revelando su deseo más profundo: tener una relación real y cercana contigo. Él te ama como nadie jamás lo ha hecho, con una fidelidad y ternura que ningún amor humano puede igualar. Si tu padre terrenal te falló, entonces tú sabes —más que nadie— cuánto necesitas al Padre celestial. No permitas que el dolor del pasado te cierre a recibir el amor de Dios. Él no se parece a los que te abandonaron o lastimaron. Nadie debería crecer sin amor y sin cuidado. Y gracias a Jesús, nadie tiene que seguir así. El Padre perfecto te está esperando… con los brazos abiertos.

Padre, gracias por llamarnos hijos tuyos y aceptarnos en tu familia. Cambia el dolor de nuestras relaciones rotas por la alegría por tu amor. En el nombre de Jesús, Amén.