Mateo 7:9-12
EL PADRE PERFECTO SÍ EXISTE
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”. Mateo 7:11
Como padres, por más que lo deseemos, no siempre podemos evitar que nuestros hijos sufran. No podemos impedir que se caigan, o que se equivoquen. Tampoco podemos estar siempre con ellos: a veces no llegamos a tiempo, no tenemos la fuerza o la sabiduría para intervenir como quisiéramos. Es una de esas lecciones que la vida se encarga de enseñarnos: no somos los “súper papás” que quisiéramos ser.
Jesús compara a nuestro Padre celestial con algo que todos conocemos: nuestras limitaciones como padres. Él no oculta nuestras imperfecciones, sino que las utiliza para resaltar algo mucho mayor: la perfección del cuidado de Dios. Si nosotros —con todas nuestras fallas— buscamos el bien de nuestros hijos, cuánto más lo hará nuestro Padre celestial.
Dios es un Padre capaz, atento y presente. Nunca llega tarde, nunca se distrae, nunca está demasiado ocupado. Sus motivos son siempre buenos y sus planes perfectos, incluso cuando no entendemos su manera de actuar… o su silencio. Durante su ministerio, Jesús mismo se apoyó constantemente en el Padre. Esa cercanía, esa fuerza, esa relación íntima que sostuvo a Jesús, está disponible también para todos los que creen en Él. En un mundo lleno de incertidumbre, peligro y corazones frágiles, no necesitamos padres perfectos… necesitamos al Padre perfecto. Y en Cristo, podemos llamarlo nuestro Padre.
Padre, necesitamos de tu fuerza, sabiduría y protección. Gracias por cuidarnos y hacer lo mejor para nuestro bienestar. En el nombre de tu Hijo, Amén.