Isaías 13:9-13
EL OTRO LADO DE LA MONEDA
“Ya llega el día del Señor, día terrible, de ira y furor ardiente, que convertirá la tierra en desierto y acabará con los pecadores que hay en ella”. Isaías 13:9
Cuando pensamos en Navidad, imaginamos luces, villancicos y regalos. Pero, ¿es esa la razón por la que Cristo vino? ¡No! Detrás de la ternura del pesebre hay una realidad más profunda: el Salvador vino porque el juicio de Dios es real. El profeta Isaías no nos permite ignorarlo. Él anuncia “el día del Señor”, un día terrible en que Dios hará justicia y limpiará la tierra del mal. ¿Por qué? Porque el pecado ha infectado todo: violencia, orgullo, codicia, idolatría… todo eso clama por juicio.
Hay sin embargo quienes creen que este tono de juicio es contrario al espíritu navideño. Pero es justo lo contrario. El juicio no le quita sentido a la navidad… lo vuelve urgente y necesario. Si nuestro destino no fuera tan grave, ¿por qué habría venido Cristo? ¿Para qué una cruz? ¿Para qué tanto dolor, tanta entrega? Jesús no vino simplemente a darnos una celebración anual, vino a darnos vida eterna. Vino a librarnos del juicio que nosotros no podríamos evitar por nosotros mismos.
Y esa sí que es una buena noticia: “El que cree en mí no es condenado”, dijo Jesús (Juan 3:18). Dios, en su inmenso amor, preparó una salida antes de que llegara el juicio. Por eso la Navidad es luz en medio de las tinieblas. Es una luz que no es decorativa, sino salvadora. Una luz que anuncia que hay perdón, redención… y esperanza.
Nuestro buen Dios, gracias porque no nos dejaste a merced del juicio que merecíamos. En tu misericordia nos diste una salida, enviando a tu Hijo para morir en nuestro lugar. En su nombre oramos, amén.