1 Corintios 13:1-13

AMOR DURADERO

“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”. 1 Corintios 13:8

El verdadero amor nunca se acaba. Y el amor de Dios es precisamente así: eterno, constante, inquebrantable. Siempre está ahí, sin falta. El Salmo 103:17 lo dice con claridad: “Pero el amor del Señor es eterno para aquellos que lo honran; su justicia es infinita por todas las generaciones” (DHH). El amor humano, por más sincero que sea, muchas veces fluctúa, se enfría, cambia con el tiempo o depende de cómo nos sentimos. Pero el amor de Dios no cambia, porque no depende de nuestras emociones, de nuestra fidelidad, ni de nuestro buen comportamiento. Dios nos ama porque ha decidido amarnos. Si el amor de Dios fuera solo una reacción a nuestro esfuerzo o una recompensa por portarnos bien, ya lo habríamos perdido muchas veces. Pero no es así. Su amor está profundamente arraigado en su carácter fiel, no en nuestra inconstancia. Jesús es la mayor prueba de ese amor. Romanos 5:8 dice que “Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores”. Eso significa que cuando estábamos en nuestro peor momento, Dios nos ofreció lo mejor de sí mismo. A veces decimos que amamos a nuestros hijos incluso cuando tienen un mal día. Pero el amor de Dios va mucho más allá: Él nos ama todos los días, sin excepción. Su amor no se apaga, no se olvida, no se cansa. ¿Has descansado alguna vez en esa verdad: que hay un amor que no depende de ti… pero que es todo para ti?

Padre, gracias por tu amor inagotable. Enséñanos a amarte con un amor sincero y a compartir tus bendiciones con otros. En Cristo Jesús, amén.