Isaías 1:1-9
DE VUELTA AL ESTABLO
“El buey reconoce a su dueño y el asno el establo de su amo; pero Israel, mi propio pueblo, no reconoce ni tiene entendimiento”. Isaías 1:3
Dicen que podemos aprender mucho de los animales. Y a veces hasta nos divierte compararnos con ellos. Pero la comparación que Dios hace aquí no es ni simpática ni halagadora. Él menciona al buey y al asno, dos animales que, al menos en mi tierra, no gozan precisamente de fama por su inteligencia. Sin embargo, ellos —dice el Señor— sí saben reconocer a quien los cuida. Saben a quién pertenecen. Saben regresar al establo.
El problema no es que el pueblo de Dios no tuviera información. Tenían la ley, los profetas, los milagros del pasado… pero les faltaba relación. Conocían de Dios, pero no vivían con Dios. Había conocimiento, pero no entendimiento; religiosidad, pero no comunión.
A veces nos parecemos más a ese Israel de Isaías de lo que nos gustaría admitir. Sabemos lo que dice la Biblia, vamos a la iglesia, tenemos “todo en orden”… pero el corazón está lejos. Y lo que Dios quiere no es simplemente obediencia mecánica, sino amor, cercanía y lealtad.
En este tiempo en que el ambiente se llena de cantos, luces y celebraciones que aluden a Cristo, es fácil olvidarse de él entre tantas voces y ocupaciones. Este versículo nos sacude con una verdad sencilla y poderosa: si incluso los animales reconocen a quien los cuida, ¿cómo no vamos nosotros a reconocer al Señor que nos ha creado, salvado y sostenido?
Dios, perdóname por las veces que te he ignorado aunque tú has estado presente. Renuévame por dentro, para que mi fe no sea solo conocimiento, sino una relación viva contigo. En Cristo, amén.