1 Juan 3:1-3
EL AMOR DEL PADRE
“Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos”. 1 Juan 3:1
El amor de un padre no es algo que se exalte en algunas culturas. Cuando se quiere exaltar un amor, es el de la madre el que ocupa el protagonismo. En contraste, del padre se espera otra cosa: una figura fuerte, dura, que no exprese sus emociones abiertamente y cuya autoridad se respete sin cuestionamientos. Un modelo de masculinidad que se asocia más con la idea de ser un macho.
En este pasaje, el apóstol Juan nos invita a detenernos, reflexionar y deleitarnos en el amor de nuestro Padre celestial. Es un llamado que también encontramos en las cartas de Pablo, quien describe ese amor como algo mucho más grande y profundo de lo que podemos comprender o imaginar. Jesús mismo nos llama a ponderar ese amor en Juan 3:16, sin duda, el versículo más famoso de la Biblia.
Una de las razones para gozarnos en el amor de nuestro Padre celestial es porque él nos ha hecho parte de una nueva familia. Por su gracia, Dios nos da un lugar en su hogar, un asiento en su mesa, y un anillo que nos identifica como parte de esta familia. Es un privilegio maravilloso, completamente inmerecido. Pero lo más asombroso es esto: una vez que entras a esta familia a través del nuevo nacimiento, Dios jamás te rechazará ni te desconocerá. A través de su sacrificio, Cristo ha hecho todo lo necesario para que tu lugar esté asegurado por toda la eternidad.
Gracias, bendito Padre, por tanto amor que no merecemos. Gracias por tu Hijo, quien hace posible nuestro lugar en tu familia. En su nombre oramos, amén.