1 Pedro 1:1-9
¿CÓMO ME VE DIOS?
“Pedro, apóstol de Jesucristo, saluda a los que viven esparcidos fuera de su patria… a quienes Dios el Padre había escogido anteriormente conforme a su propósito”.
1 Pedro 1:1-2
Sin patria y dispersos. Estas palabras parecen evocar desarraigo y vulnerabilidad, más que describir a una comunidad especial o un grupo selecto. Contradicen el profundo anhelo humano de arraigarse en un lugar fijo y pertenecer a una comunidad estable. Quienes llevan estos calificativos no lo hacen por elección, sino por la fuerza de circunstancias que los empujan a abandonar su lugar de origen.
Al observarlos, moviéndose de un sitio a otro, tratando de reconstruir su vida y su mundo, surgen preguntas inevitables: ¿Habrá alguien que vea a esta comunidad migrante con verdadero interés? ¿Existirá quien los valore no con desprecio, sino como personas dignas de aprecio, capaces de enriquecer la sociedad que los recibe?
Así es. Dios tiene una perspectiva radicalmente diferente sobre ellos. Él no permite que las circunstancias adversas los definan; en cambio, los define a través de los propósitos grandiosos que ha trazado para sus vidas. Con Dios no hay improvisación. Sus planes para su pueblo han sido forjados desde la eternidad, y ellos ocupan un lugar central en ese escenario eterno. Ni la persecución, ni la enfermedad, ni los peligros tienen el poder de frustrar los propósitos divinos. Su soberanía asegura que cada circunstancia, por difícil que sea, se alinee con su perfecto plan. Así de grandioso es el amor de Dios por su pueblo.
Bendito seas, Señor, porque tus planes para tus hijos son perfectos. Nos regocijamos en tu amor eterno. En Cristo, amén.