Salmo 32:1-4
LA FELICIDAD DEL PERDÓN
“Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo”.Salmo 32:1
Muchas personas están plagadas de culpa. Viven prisioneros del pecado, en el calabozo del miedo, sin paz en el alma. Los intentos por atenuar este sentimiento de culpabilidad han fracasado miserablemente, aunque eso no impide que muchas personas busquen refugio en soluciones falsas.
Hay quienes tratan de escapar de este sentimiento abrumador yendo en pos de aventuras. Otros se entregan a la embriaguez y ahogan su conciencia en dolores aún más profundos. ¿Y qué decir de aquellos que intentan calmar la angustia del alma con filosofías de autoayuda y experiencias místicas? Hasta encontrar una iglesia a la medida con este tipo de prácticas les sirve de placebo. Sin embargo, ningún rito y ninguna experiencia mística pueden aliviar una conciencia culpable.
Solo la sangre de Jesús puede borrar nuestros pecados y limpiar nuestra conciencia de obras muertas. Solo Jesús puede romper los barrotes de esta prisión y quebrantar nuestras cadenas. Solo Jesús puede ofrecernos el verdadero perdón y la felicidad eterna. Buscar el perdón en otra fuente es como tratar de encontrar agua en una cisterna rota. Esto es algo que el salmista pudo comprobar por sí mismo. “Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo” (v.3) declara con resignación. Solo cuando abrió su corazón a Dios encontró sanidad para la aflicción de su alma.
Tus misericordias, oh Señor, son la causa de que no seamos consumidos. Tu perdón anula el poder de la culpa y el pecado. Alabado seas, en el nombre de Jesús, amén.