Oseas 4:1-3
PREOCUPADOS POR LA TIERRA
“Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aun los peces del mar morirán”. Oseas 4:3
Vaya reclamo del profeta: “la tierra se enlutará”. No es sólo un recurso estilístico. Es el lamento de toda la creación por el pecado del ser humano. La Biblia señala con claridad que cuando su pueblo se aleja de Dios, las consecuencias no se limitan a lo espiritual o a lo personal: afectan a todo lo que nos rodea.
La rebelión del corazón humano —expresada en la mentira, el homicidio, el robo y la idolatría— no sólo corrompe la vida interna de la sociedad, sino que también deteriora la buena creación que Dios confió al hombre. Las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar sufren por la negligencia humana. Es una escena de desolación que no nos resulta ajena.
Los ecos de esta profecía resuenan en nuestra época: especies en peligro, ecosistemas alterados, contaminación que afecta al medio ambiente. Los mares enferman, los cielos se nublan con humo, y muchas tierras ya no pueden sostener vida. Pero el mensaje de Oseas no termina en destrucción; es un llamado urgente a la conciencia y al arrepentimiento. Como pueblo de Dios, no podemos ignorar el dolor de la tierra ni vivir como si lo creado fuera descartable. Somos mayordomos del mundo que Dios formó con sabiduría y belleza. Restaurar la relación con Dios también implica restaurar nuestra relación con su creación. Cuando amamos al Creador, aprendemos a cuidar lo que Él ama.
Señor y Dios nuestro, ayúdanos a ser conscientes del daño que provocamos en tu creación. Danos el valor de proteger este mundo que has confiado a nuestro cuidado. En Cristo Jesús, Amén.