Mateo 22:1-14
LA ESPERA VALE LA PENA
“El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo”. Mateo 22:2
Hay algo profundamente conmovedor en las bodas. Celebran el amor, la unión y la esperanza de un nuevo comienzo. Nos envuelven con música que toca el corazón, con risas, con platos deliciosos, y con el gozo compartido de quienes celebran juntos. No es extraño que Jesús haya comparado el reino de los cielos con un banquete de bodas. Estas celebraciones terrenales son destellos, pequeñas anticipaciones del gozo celestial.
Y es que, en medio de una vida que muchas veces se siente lejana al cielo —con luchas, pérdidas y cansancio— esta imagen nos llena de esperanza. No todo es dolor, no todo es espera. Si estamos revestidos de Cristo, estamos invitados a ese banquete eterno. Somos parte de la historia que culmina en una celebración gloriosa.
La Biblia describe el cielo nuevo y la tierra nueva como un festín preparado por Dios mismo. Y los momentos de alegría que vivimos aquí, aunque breves, son como bocados de esperanza: pequeños aperitivos que nos recuerdan que lo mejor aún está por venir. Como quien espera su turno bajo la lluvia para entrar a un restaurante prometido, sabemos que la espera valdrá la pena. Así que, mientras servimos al Señor en esta tierra, vivamos con la mirada puesta en esa celebración eterna. El banquete está preparado… y nuestro lugar ya está reservado.
Rob Jansons
Rob es pastor de New Hope Fellowship, y es parte de un ministerio cristiano infantil para niños marginados en Calcuta. Él y su esposa, Sue tienen tres hijas.
Hijos de Dios
Dios se revela a lo largo de la Escritura como nuestro Padre amoroso. Yo soy hijo de Dios, y tú también lo eres. Esta sencilla verdad significa que nuestro Dios Padre quiere que le conozcamos de manera personal y que tengamos una relación cercana con Él.
En estos devocionales tocaremos temas como la salvación, el perdón, la restauración y la herencia del Padre celestial. Que mientras exploras las asombrosas verdades de este mes, descubras los maravillosos privilegios de ser hijo de Dios.
Gracias Padre por la alegría de los momentos celestiales en esta vida y la promesa del cielo en la próxima. En el nombre de Jesús, Amén.