Isaías 5:1-7
DECEPCIÓN DIVINA
“¿Había algo más que hacerle a mi viñedo? ¿Hay algo que yo no le haya hecho? Yo esperaba que diera uvas dulces, ¿por qué, entonces, dio uvas agrias?” Isaías 5:4
Hay lugares donde las serenatas todavía se celebran con entusiasmo. En otros, quizá ya no se cantan bajo el balcón, pero aún se comparten canciones especiales en un restaurante o se envían con cariño de forma personal. Expresar los sentimientos a través de la música ha sido popular desde tiempos antiguos.
En este pasaje, Isaías nos presenta esta melodía como una canción de amor frustrado, cantada por el Amado a su viña. El Amado había hecho todo por ella: la preparó con esmero, la cuidó con paciencia, la protegió con dedicación. Pero cuando llegó el momento de la cosecha, el fruto no fue dulce como se esperaba… sino agrio. Dios es ese Amado, e Israel, su viña. Pero el mensaje no es solo para tiempos antiguos. Es una imagen viva de lo que ocurre cuando el pueblo de Dios, después de haber recibido tanto, no responde como Él espera. ¡Qué doloroso es fallarle a un Dios tan bueno que nos ha dado, sobre todo, el regalo inmerecido de su Hijo!
En estos días en que celebramos su amor, mientras adornamos nuestras casas también deberíamos detenernos y preguntarnos: ¿Qué clase de frutos estoy dando? ¿Son dulces o amargos a los ojos de Dios? La buena noticia es que la gracia de Dios sigue siendo más grande que nuestra rebeldía. Su Espíritu puede renovar la viña, y producir en nosotros el fruto que Él anhela: Fruto digno de Aquel que nos amó primero.
Padre celestial, tú eres el viñador fiel y paciente. Has hecho tanto por mí, y tantas veces he dado frutos amargos. Ayúdame a dar el fruto que esperas. En Cristo, amén.