2 Samuel 15:24-37
LA MARCHA DEL LLANTO
“David subió la cuesta de los Olivos; iba descalzo y llorando…” 2 Samuel 15:30
El rey llora, el padre sufre, el guerrero huye. David, el hombre que unificó tribus y conquistó reinos, ahora camina descalzo y con lágrimas en los ojos. Su hijo, el que debía ser su orgullo, se ha convertido en su mayor enemigo. Absalón no solo quiere su trono, quiere su vida. Multitudes que antes lo aclamaban se han pasado al bando de la conspiración. Aliados de confianza lo han abandonado. El viejo guerrero, que tantas veces lideró ejércitos a la victoria, ahora huye con la cabeza cubierta, subiendo en la oscuridad por el Monte de los Olivos.
Es la marcha del llanto, una batalla que ningún padre querría pelear. Si David gana, tendrá que matar a su hijo. Si pierde, morirá a manos de él. Este es el precio de su pecado, la consecuencia de su omisión. Fue fuerte contra los enemigos externos, pero frágil ante los conflictos de su casa. Fue valiente en la guerra, pero temeroso al confrontar a los suyos. Fue un gran rey, pero un padre ausente.
Ahora queda exhausto, humillado, burlado por sus enemigos. El hombre ante quien las naciones se inclinaban se doblega ante el dolor de su propia familia. Dios nos advierte a través de esta historia: los problemas que ignoramos hoy se convertirán en tormentas mañana. La incomodidad de la confrontación es siempre mejor que el desastre de la omisión.
Señor, dame la valentía de enfrentar lo que debo resolver hoy. No quiero huir de lo que puedo sanar. Ayúdame a ser sabio, firme y amoroso en cada relación. Por Jesucristo, Amén.