Salmo 90:1-9
LA INFINIDAD DE DIOS
“Desde antes que se formaran los montes y que existieran la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios”.
Salmo 90:2
Como nos enseña Moisés en este pasaje, los seres humanos estamos limitados por el tiempo. En el lenguaje de Santiago: “Ustedes son como una neblina que aparece por un momento y en seguida desaparece” (Santiago 4:14). Pero ese no es el caso de Dios. Él es eterno e infinito. En nuestra mente limitada apenas podemos captar este concepto de que Dios siempre haya existido y siempre existirá. Este concepto es ajeno a nuestra naturaleza. Pero es una doctrina que se aborda ampliamente a lo largo de las Escrituras.
Esta doctrina afirma que Dios está por encima del tiempo y no está limitado por él. Esto significa que no está sujeto a las mismas limitaciones que nosotros y que puede ver el pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo (2 Pedro 3:8). Meditar en la eternidad de Dios puede ser muy valioso para nosotros. Consideremos al menos dos beneficios.
Primero: Dios es nuestro “refugio por todas las edades” (Sal. 9:1). Saber que Dios es eterno y que tiene el control de todas las cosas puede aportar consuelo y esperanza en tiempos difíciles. Segundo: creer en la eternidad de Dios puede hacernos más humildes. A diferencia de Dios, somos como la flor del campo (Sal. 90:5-6). La vida es breve e imprevisible. No permaneceremos en este mundo para siempre. Un día todo pasará y nosotros también. Sólo Dios es eterno.
Eres para siempre, oh Dios, tu existencia es eterna. Te adoramos por tu infinidad, porque no tienes límite y nada te detiene. Bendito seas, Señor. Amén.