1 Juan 2:1-6
LIBRES DE CULPA
“Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no cometan pecado. Aunque si alguno comete pecado, tenemos ante el Padre un defensor, que es Jesucristo, y él es justo”.1 Juan 2:1
¡Qué maravilloso es poder disfrutar de la gracia de Dios! ¡Qué alentador es saber que, en lugar de condenarnos, Dios perdona a quienes vienen a él arrepentidos! Todo el que se acerca a Dios, a través de Jesucristo, encuentra paz. Pero es triste saber que hay creyentes que son todavía prisioneros de la culpa por las faltas que han cometido. Han confesado su pecado, es cierto, pero su falta de paz revela que la verdad del evangelio no se ha impreso en sus corazones.
El sentimiento de culpa surge de la conciencia de que se ha quebrantado la ley de Dios. Como David exclama: “Contra ti he pecado, y sólo contra ti, haciendo lo malo, lo que tú condenas” (Salmo 51:4). Es el Espíritu Santo quien produce esta convicción de pecado, pero la meta no es hundirnos en el remordimiento y la culpa. El propósito es llevarnos a la confesión y reconciliación con Dios.
Si te sientes culpable por los pecados pasados y la culpa no te permite vivir en paz, vuelve de nuevo ante Dios, ábrele tu corazón y confía totalmente en el sacrificio de Jesús. Él murió y resucitó para perdonar todos nuestros pecados. Juan, el apóstol, nos anima a ser liberados de la culpa por medio de la confesión de nuestros pecados delante de Dios. ¡Y lo más maravilloso es que Dios nos ha provisto de un abogado defensor para toda nuestra vida!
Padre celestial, gracias por el perdón de nuestros pecados y gracias por liberarme de la culpa. Ayúdame a confiar siempre en tu gracia. En Jesús. Amén.