Rut 1:1-22
UNA AMARGA EXPERIENCIA
“Ya no me llamen Noemí; llámenme Mara, porque el Dios todopoderoso me ha llenado de amargura”.Rut 1:20
No creo que a alguien le guste que le llamen “amargado”, ni siquiera de broma. La sola palabra evoca una idea de frustración, infelicidad y desilusión. No es fácil vivir cerca de una persona así, y, cuando ocurre, tiende a contagiar a los demás. Pero ¿se imagina que una persona le pida a alguien que le llame “amargada”? Suena un tanto extraño, sobre todo si el nombre de esa persona significa “dulzura”, “deleite” o “encanto”.
Éste es el caso de Noemí, quien está convencida que en este momento la amargura le define a la perfección. No es seguramente un rasgo apropiado para un creyente, y menos para una suegra, pero veinte años de desgracias y tragedias la han dejado aparentemente sola y en la pobreza. De acuerdo a Noemi, si de algo ha cuidado Dios que no le falte es amargura.
Así de nociva es la amargura: no solo afecta nuestra relación con los demás, sino que nubla nuestra percepción del Dios bueno y amoroso. Noemí es incapaz de disfrutar de la gracia de un Dios que, si la ha traído de vuelta a casa, es para bendecirla. Y para muestra está la compañía de Rut, que ha elegido correctamente a este Dios antes que a los dioses de sus padres. Por eso, la Escritura nos advierte de no permitir que la amargura halle terreno fértil en nuestros corazones. No permita que un sentimiento así envenene su corazón.
Padre, ayúdame a entender los sucesos que permites en mi vida y concede que en todos ellos aprenda a confiar en tu amor. En Jesús, Amén.