1 Pedro 2:4-6
PIEDRAS VIVAS
“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.1 Pedro 2:5
Si no le gustan las piedras, dudo que este pasaje le entusiasme. Me viene a la mente un niño que cuando sus padres compraron un terreno pedregoso fue a él a quien le tocó recoger las piedras más pequeñas. Eran pilas tras pilas que hacían que la tarea pareciera no tener fin. La idea que se formó de las piedras es que eran algo indeseable por lo que no veía gran atractivo en ser “una piedra viva”.
Pero eso no es lo que el apóstol Pedro tiene en mente. Aunque se dice que una piedra no tiene vida, en el caso de los creyentes es diferente. Quienes vienen a Cristo han nacido de nuevo a través del mensaje vivo y duradero de su Palabra y la obra de su Espíritu. No nos sorprende entonces que aquí se hable de piedras vivas, duraderas, preciosas y permanentes gracias a Cristo.
No somos cualquier piedra. Hemos sido seleccionados y esculpidos para cumplir un propósito incomparable: formar parte de una hermosa estructura que Dios está construyendo. ¿Y sabe qué es lo más hermoso? Que Cristo forma parte de este edificio, no como un elemento prescindible o un artículo decorativo. Él está allí como la principal piedra del ángulo de modo que nuestras vidas estén perfectamente alineadas con él. Por eso Dios llama a Cristo una piedra preciosa, y sus seguidores debemos tener un concepto bastante elevado de él.
Señor Jesús, gracias por escogernos para ser parte del mismo edificio al que tú sirves de fundamento. Somos tus piedras vivas, y tú, nuestra Roca y Redentor. Amén.