17 de marzo del 2023
Salmo 4:1-8
ALEGRÍA TRASCENDENTE
“Tú has puesto en mi corazón más alegría que en quienes tienen trigo y vino en abundancia”Salmo 4:7
David está atrapado por enemigos atemorizantes. Conspiran contra él, amando la vanidad y difundiendo mentiras. David no halla refugio en la tierra ni escape entre los hombres, por lo que se dirige a Dios en oración, sabiendo que Dios distingue por sí mismo a los piadosos y escucha su clamor. David sabe que alimentar la ira pecaminosa contra sus adversarios no es sabio. Sabe que frente a la insolencia de tus enemigos, la mejor manera de vivir en paz es entregar su causa en las manos de Dios y descansar en ella. David sabe que no hay paz para el alma hasta que entreguemos nuestras cargas a Dios. Por lo tanto, en medio de los ataques más violentos del enemigo, clama al cielo, rogando a Dios que la luz de su rostro brille sobre él. Es en este contexto que David declara: "Tú has puesto en mi corazón más alegría que en quienes tienen trigo y vino en abundancia". La alegría de los malvados, incluso rodeados de abundantes bienes materiales, es terrenal y fugaz. Pero el gozo de los hijos de Dios, aun en las turbulencias de la vida, es celestial y permanente. Coexiste con las lágrimas más dolorosas, con las pruebas más duras, con los ataques más furiosos. Los hijos de Dios pueden acostarse en paz y disfrutar de un sueño delicioso, porque Dios mismo es la seguridad de su descanso.
Tú eres nuestra alegría, oh Dios. Nada puede apagar el gozo del alma que encuentra en ti su descanso. En el nombre de Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.