16 de marzo del 2023
Juan 11:17-27
¿DIOS ES BUENO?
“Marta le dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”.Juan 11:21
“¿Dónde estabas Señor Jesús, cuando más te necesitábamos?” “¿Por qué no viniste en seguida cuando recibiste la noticia?” Las dos hermanas, expresaron la misma queja. En sus palabras había un tono fuerte de acusación que podría expresarse así: el Señor realmente no se interesa por nosotros. No nos ama. No podemos confiar en su cuidado. En verdad, ¡estamos solos! El dolor puede hacernos murmurar y, a veces, debilitar nuestra fe. No importa que tan lejos o cerca estemos del Señor. En el caso de la familia de María y Marta, Jesús podía considerarse un amigo íntimo de cada uno de sus miembros. Pero ellas también reaccionan con dolor en el momento que Cristo parece haberles fallado. Sin embargo, Jesús no trató de contestar sus acusaciones, como tampoco lo hace con nosotros en nuestros momentos de crisis. Él conoce nuestra débil condición. Sabe que nuestra pobre visión no es capaz de ver las cosas como Él las ve. Jesús comprende que el sufrimiento nos deja confusos y perplejos. ¡Qué buena noticia es saber que el corazón de Dios no es insensible! En aquel momento de duelo para estas hermanas, el propio Señor derramó lágrimas a la vista de todos. Aun cuando él sabía el gran milagro que en un momento iba a hacer, nada impidió que demostrara el gran amor que siente por aquellos que le buscan.
¡Perdona mi desahogo Señor! Estoy confundido y sin rumbo. Ayúdame a confiar y esperar en Ti. En el nombre de Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.