15 de marzo del 2023
Salmos 119:49-56
PESAR EN EL CORAZÓN
“Éste es mi consuelo en la tristeza: que con tus promesas me das vida”.Salmos 119:50
No es fácil sonreír, pretendiendo que todo va bien, cuando no es así. Es incómodo seguir con la rutina mientras nuestro corazón llora por dentro. Es difícil esconder las lágrimas y dejar que caigan mientras todos duermen. Un diagnóstico inesperado, un despido injustificado, una soledad agobiante… pueden convertir nuestra vida en un torbellino de emociones. ¿Será un castigo? ¿Qué fue lo que hice para que tuvieran que pagar con sufrimiento? son las preguntas que a veces vienen a nuestra mente cuando el corazón se siente aplastado por el dolor. Buscamos a Dios solo para reprocharle y culparle por nuestra condición. En ese momento ignoramos que el único consuelo verdadero viene de Dios. Eso es lo que los discípulos de Jesús aprendieron de una manera desafiante. Jesús quería que en las encrucijadas de la vida pudieran elegir con certeza a quién seguir. Y uno de ellos exclamó: “Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Si hoy no tienes fuerzas ni deseos de vivir, si el cansancio por la lucha que enfrentas te hace querer dejarlo todo, te invito a que converse francamente con Dios. Cuéntale a detalle el dolor de tu corazón y tu frustración frente al sufrimiento. Solo en Él hallarás descanso y nuevas fuerzas para continuar.
Señor, camino entre la niebla. Ya no tengo a dónde ir, pero confío en tus promesas de vida eterna. Amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.