19 de marzo del 2023
Isaías 49:8-18
EN LA PALMA DE SU MANO
“Yo te llevo grabada en mis manos, siempre tengo presentes tus murallas”.Isaías 49:16
Cuando las cosas en la vida se hacen difíciles de manejar podríamos pensar que Dios se ha olvidado de nosotros. Quizá hayas pasado o estés pasando por un sentimiento de abandono que te produce dolor en el alma. Parece que nadie puede entender tu dolor, ni siquiera Dios. Las expectativas que tenías se han frustrado, tus sueños se han evaporado, las cuentas por pagar se acumularon y no parece haber un propósito, una razón para seguir viviendo. De vez en cuando experimentamos este tipo de sentimientos. También los hijos de Dios lo vivieron. La experiencia del exilio les produjo una sensación de soledad y abandono. Sentían que estaban en un desierto. Siendo muy amados por Dios, eligieron vivir en sus propios caminos, ajenos al pacto que Dios había establecido con ellos. Ahora, las consecuencias de su mala decisión les parecían muy duras. Ellos decían: “El Señor nos ha abandonado, Dios nos ha olvidado”. Pero Dios no los había olvidado. Y tampoco se olvidará de ti. Él hizo cada parte de tu cuerpo y te conoció antes de que nacieras. Trazó un plan maravilloso para tu vida. Tú puedes conocer este camino buscando a Dios, dejando que Él guíe tus pasos. En la Biblia, la carta de amor que te ha dejado, dice: “Nunca te dejaré ni te abandonaré” (Hebreos 13:5). Alaba hoy la fidelidad de Dios.
Muchas gracias, Padre, porque, aunque muchas veces me he alejado de tu lado, Tú permaneces siempre fiel. En el nombre de Jesús, amén.
Las crisis que nos llegan al alma son gigantescas. Presiones externas y temores in- ternos conspiran en nuestra contra sin cesar. Vivimos acosados por amenazas reales y también por amenazas ficticias. La vida no se da sin dolor. Nuestros caminos no están llenos de flores. No pisamos alfombras de terciopelo. Nuestra jornada se da por caminos espinosos. Sangran nuestros pies. Nuestra alma se arquea afligida. Nuestro cuerpo tiembla. Nuestras lágrimas revientan en nuestros ojos. Nos sentimos frágiles e impotentes, a veces, incluso sin fuerzas para seguir. En esos momentos necesitamos consuelo. No el consuelo superficial que viene de la tierra, sino el consuelo robusto que emana del cielo. Esta serie de reflexiones está basada en mi experiencia en el ministerio de consolación. Escribo desde el calor de la batalla, donde la gente llora, sangra y desesperadamente tiene que oír una palabra de esperanza. ¡Lee este devocionario con la sed del alma y recibe, también, un mensaje de consuelo!
Eleny Vassão
Sirve de capellán en un hospital. Es escritora, conferencista, y directora del Consejo Presbiteriano de capellanes.