Génesis 2:19-23
CON ALMA DE POETA
“¡Ésta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios la sacó del hombre”.
Génesis 2:23
Me fascina el relato bíblico porque, aunque algo breve, ha dejado registrada algunas de las palabras más memorables de los albores de la humanidad. Las palabras de este pasaje, por ejemplo, son las primeras que se escuchan del ser humano y son un ejemplo magnífico de lo que hace el amor. Porque estos versos son también, en su idioma original, un poema en el que la relación hombre-mujer está en primer plano, y hacen de este primer encuentro un momento bastante romántico.
La traducción de este pasaje captura a la perfección la emoción del momento. Adán había tenido la oportunidad de observar a los animales y de darse cuenta que la ayuda adecuada no se encontraba allí. Por eso, al ver a la mujer exclama: “¡Ésta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos!”. Como escuché a alguien decir: “Ella no era pesada como un elefante, escurridiza como una gacela o hiriente como un puerco espín”.
Ahora Adán tiene que darle nombre a esta nueva criatura, criada por Dios especialmente para él, y que era, literalmente, parte de él. Es evidente que él reconoce en la mujer, y en el matrimonio, uno de los buenos dones del Creador para la vida humana. ¿Se ha detenido para apartar un momento y agradecerle a Dios por haber provisto una manera maravillosa para nuestra vida aquí en la tierra? Si lo hace, no tenga temor de ponerse romántico.
Gracias, bendito Dios, porque todo lo que tú haces, lo haces bien. Ayúdanos a preservar el orden social como tú lo has establecido. En el nombre de Cristo, amén.