Génesis 6:9-22
120 AÑOS DE SOLEDAD
“Por fe, Noé, cuando Dios le advirtió que habían de pasar cosas que todavía no podían verse, obedeció y construyó la barca para salvar a su familia”.
Hebreos 11:7
En su novela Cien años de soledad, García Márquez habla de una peste de insomnio sufrida por la población de Macondo. Del insomnio pasaron a la amnesia, y para poder recordar las cosas comenzaron a escribir sus nombres. Hasta el letrero “Dios existe” se colocó en la calle central, para que no desapareciera de la mente de aquellos pobladores.
En tiempos de Noé la gente se había olvidado de Dios. No eran ateos teóricos sino prácticos, como el necio del Salmo 14. ¿Se imagina a un creyente como Noé, en una sociedad así, sin familias con las cuales celebrar un culto, o convivir de manera sana? Sus intentos por advertir a su generación del diluvio venidero fueron en vano. Aunque hay una tradición que dice que pasó 120 años predicando, la Biblia no indica realmente el tiempo. Lo que sí nos dice es que sólo él y su familia eran los únicos que mantuvieron la adoración al Dios verdadero.
En el lugar donde vive, ¿se acuerda la gente de Dios? Al celebrar estos días, ¿lo hacen pensando en la venida de Cristo al mundo? Si es creyente, tiene la oportunidad de dar testimonio acerca de Jesucristo, no solo ahora, sino en cualquier día del año. Invite a la gente a acercarse a él, y cuente con la promesa de Dios de que su Palabra no volverá a él vacía. Y, sobre todo, no olvide a su familia. Que ellos sean los primeros en entrar al arca.
Padre, ayúdame a no ser negligente en compartir tu Palabra. Te pongo en tus manos a mi familia. En Cristo, amén.