Salmo 32:1-5
NUESTRO DIOS PERDONA
“Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste”. Salmo 32:5
Es imposible conocer la carga que lleva cada persona. En una ocasión una joven de veinte años se acercó a hablar con un pastor. Estaba esperando un hijo y tenía miedo. A los 16 años había tenido un aborto y ahora pensaba que Dios podría castigarla dejando que algo le sucediera a este nuevo niño. Nunca había hablado de su pasado. No lo había confesado al Señor ni pedido su perdón. Pero ahora la culpa la abrumaba, y necesitaba confesar. Ella experimentó lo mismo que el salmista expresó en el Salmo 32:5 “Cuando guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo…” Pero finalmente le dijo a Dios: “Reconocí mi pecado y no encubrí mi iniquidad”. Y Dios la perdonó.
El pecado no confeso trae culpa. La culpa nos roba la paz y nos quita la alegría, afecta la salud y nuestro bienestar. David describe su decaimiento físico, su sufrimiento emocional, pero, sobre todo, su ruina espiritual. La confesión trae perdón. Esa es la promesa del Señor: “Feliz a quien el Señor no acusa de falta alguna”.
Cualquiera que sea su pecado, confiéselo al Señor, y reciba el perdón dado por causa de Jesucristo. Si está viviendo con culpa, no permita que esa carga sea un obstáculo para buscar y disfrutar de la gracia y misericordia de Dios. Encuentre a alguien que le lleve a la presencia de Dios, que ore con usted, y recibirá su perdón.
Señor, Dios nuestro, gracias por tu perdón a través de nuestro Señor Jesús, amén.