Lucas 18:9-12
¿QUÉ VIENE ANTES DE UNA CAÍDA?
“El fariseo... oraba así: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás... yo ayuno dos veces a la semana”.
Lucas 18:11-12
El orgullo puede introducirse de muchas formas en las personas que tratan de servir a Dios, incluso si comienzan de manera humilde. El camino del ayuno, por ejemplo, está pavimentado de buenas intenciones y plagado de votos rotos. Con un suspiro, algunos prometen hacerlo mejor la próxima vez. Otros, si han mantenido sus votos, pueden fácilmente ser tentados a sentirse orgullosos de su éxito.
El ayuno y la oración no son instrumentos para la superación personal sino recursos para ayudarnos a sentir cuán necesitados estamos del amor y la misericordia de Dios. El orgullo en la abnegación es contraproducente. El fariseo de esta parábola se jactaba de que no era como “ladrones, malhechores, adúlteros, ni siquiera como [el] recaudador de impuestos” cercano. Se creía mucho mejor que todos los demás, y estaba seguro de que Dios lo recompensaría.
Si queremos jactarnos de algo, dice Pablo, debemos hacerlo en “Jesucristo, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30). Pablo conocía el orgullo espiritual. Durante mucho tiempo estuvo convencido que era mejor que los seguidores de Cristo y trató de exterminarlos (Hechos 8:3; 9:1). El orgullo espiritual encoge tanto el alma que no deja lugar para el amor a Dios ni al prójimo.
Amado Señor, líbranos de nuestro orgullo egoísta, sabiendo que estamos perdidos y sin poder hacer nada bueno sin ti. Que podamos jactarnos solo en ti y en tu amor y gracia. Amén.