1 Crónicas 29:1-9
AMOR A LA CASA DE DIOS
“…y por el amor que tengo al templo de mi Dios, entrego para el templo el oro y la plata que son de mi propiedad personal”
1 Crónicas 29:3
El gobierno de David se caracterizó por una gran prosperidad y riqueza. Él cambió la capital de su reino, de Hebrón a Jerusalén, e hizo preparativos para construir allí un templo. Porque amaba a Dios, decidió edificar la casa de Dios. Él no se sentía bien viviendo en un palacio mientras al pueblo de Dios acudía a una tienda para adorar al Dios altísimo. Y aunque Dios no le permitió construir el templo, David reunió el material para que su hijo Salomón erigiera el majestuoso edificio sagrado.
Como prueba de su amor a la casa de Dios, David donó de su oro y de su plata para ese objetivo. Él quería mostrar su amor con hechos. Su amor a la casa de Dios no era un discurso vacío, sino una manifestación concreta. Quien ama, invierte. Quien ama, hace sacrificios.
En estos días hay muchas personas que viven en casas de lujo, como en los tiempos del profeta Hageo, pero la casa de Dios que frecuentan está en ruinas. Hay individuos que no se avergüenzan de vivir en la opulencia, aunque asistan a un templo en condiciones precarias. David es un ejemplo del celo por Dios y del amor a la casa de Dios. Los creyentes fieles expresan su devoción a Dios abriendo sus tesoros y consagrando a Dios lo mejor de lo que han recibido del propio Dios.
Padre amado, gracias por darnos un espacio donde podamos alabarte como pueblo. Ayúdanos a ser sabios y generosos con los recursos que nos otorgas. Por amor a Jesús, Amén.