Salmos 97:1-12
LA EXIGENCIA DEL AMOR
“Los que amáis a Jehová, aborreced el mal”
Salmos 97:10 (RVR60)
La vida está hecha de antítesis: luz y tinieblas, verdad y mentira, amor y odio. No podemos reconciliar lo que es irreconciliable. No podemos armonizar lo que no puede coexistir. El profeta Amós dice que dos no pueden caminar juntos si no se ponen de acuerdo (Amós 3:3). El salmista dice que con la misma proporción que amamos a Dios, debemos también detestar el mal. Es imposible amar al Señor y al pecado al mismo tiempo. Un amor excluye al otro.
Cuanto más nos aproximamos a la luz, más aborrecemos las tinieblas. Entre más intimidad tenemos con Dios, que es esencialmente bueno, más detestamos el mal, que es absolutamente maligno. El intento de amar a Dios y hacer concesiones al mal producirá una esquizofrenia espiritual en nosotros. Amar a Dios y ser amigo del mundo es una imposibilidad absoluta. Amar a Dios y al dinero al mismo tiempo es intentar ponerse bajo del yugo de dos señores. Amar a Dios y preferir el pecado es ateísmo práctico. Honrar a Dios con palabras y deshonrarlo con la vida, dejando de aborrecer el mal, es inconsistencia.
El mal no puede ser tolerado. Debe ser detestado en todas sus formas. Acobardarnos ante una manifestación del mal es una omisión reprobable. Nuestro amor a Dios nos debe llevar a aborrecer el mal.
Señor, guíanos para andar en la luz, que todo lo que hagamos nos lleve a amarte de corazón. En el nombre de Cristo, Amén.