Filipenses 4:4-8
HAGA LA TRISTEZA A UN LADO
“Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense!”
Filipenses 4:4
La tristeza es la porción diaria de muchas personas. Ellas se alimentan de ajenjo, lloran de tristeza y se muestran amargadas con la vida, las personas a su alrededor y hasta con Dios. El texto de hoy nos muestra tres verdades preciosas acerca de la alegría. La primera de ellas es que la alegría es un mandato divino. La alegría aquí no es un sustantivo sino un verbo en imperativo. La orden de Dios es: “Alégrense”. No tenemos el derecho de ser personas tristes. Rendirnos a la tristeza es un pecado de desobediencia a una orden expresa.
La segunda verdad es que la alegría no depende de las circunstancias. Pablo escribe desde una prisión y dice que debemos alegrarnos siempre. Aun si experimentamos tiempos difíciles, debemos alegrarnos. La alegría coexiste con el dolor, sobrevive a las lágrimas, e inunda nuestro ser mismo cuando atravesamos los desiertos más áridos de la vida.
La tercera verdad es que la alegría es cristocéntrica. Pablo dice: “Alégrense siempre en el Señor”. Nuestra alegría no es la presencia de cosas buenas y la ausencia de cosas malas. Nuestra alegría es una persona. Nuestra alegría es Jesús. Cuando Jesús es la razón de nuestra vida, la alegría es la porción desbordante de nuestra alma. ¡Deje, por tanto, la tristeza de lado, y sea feliz!
Gracias, Señor, porque tú eres la porción de mi alma, y la delicia de mi corazón. Amén.