Deuteronomio 32:7-14
EL GIMNASIO DIVINO
“Como águila que revolotea sobre el nido y anima a sus polluelos a volar, así el Señor extendió sus alas y, tomándolos, los llevó a cuestas”. Deuteronomio 32:7-14
Deuteronomio 32:11 DHH
A veces olvidamos de dónde venimos. Olvidamos el polvo del que fuimos levantados, el desierto estéril donde no había esperanza. Dios no nos encontró brillando; nos encontró en ruinas. Sin fuerzas. Sin rumbo. Sin posibilidad de supervivencia. Pero fue allí donde su gracia nos alcanzó. Y no solo nos rescató: nos llevó a cuestas.
El pueblo de Israel había sido esclavo, y, tanto tiempo en cadenas, deja huellas imborrables. Después que Dios los rescató de servidumbre, el pueblo vagó por el desierto sin saber cómo vivir como gente libre. Pero Dios no los soltó. Él reclama a este pueblo como suyo y hace todo lo necesario para que puedan disfrutar de su libertad. Como el águila que revolotea sobre su nido, que despierta a sus crías y las impulsa a volar, así Dios acompañó cada paso de su pueblo. Los empujó al crecimiento, pero nunca los dejó caer.
Y eso sigue siendo verdad hoy. Dios no solo nos salva de nuestro pasado, también nos forma para el futuro. A veces agita nuestro nido, nos saca de la comodidad, nos expone a nuevas etapas. Pero no es crueldad, es entrenamiento. Y si caemos —porque a veces caemos— sus alas siguen ahí. Extendidas. Fuertes. Fieles. ¿Has olvidado de dónde te sacó el Señor? No temas si el viento es fuerte o si el precipicio parece cercano. Quien te salvó no te soltará. Él te sostiene. Él te forma. Él te llevará más alto.
Bendito Dios, ayúdanos a no olvidar lo que has hecho por nosotros. Ayúdanos a confiar en que tú nos enseñarás a volar en medio de la adversidad. En Cristo, Amén.