28 de noviembre del 2025
Mateo 26:31-35,69-75
UN NUEVO AMANECER
“Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente”. Mateo 26:75
Hay sonidos que marcan un antes y un después. El canto del gallo, normalmente asociado al amanecer y al comienzo de un nuevo día, fue para Pedro el sonido más devastador que jamás escuchó. No fue solo un gallo cantando… fue la señal de que se había cumplido lo que más temía: había fallado a su Maestro. Pedro, el discípulo valiente, el que dijo estar dispuesto a morir con Jesús, terminó negándolo no una, ni dos, sino tres veces. Y lo hizo con palabras tajantes, tratando de desligarse por completo de Él. Luego, el gallo cantó. Y como un relámpago, la memoria y el remordimiento lo golpearon. Salió y lloró amargamente. Pero lo más asombroso de esta historia no es el fracaso de Pedro, sino la respuesta de Jesús. Después de resucitar, Jesús no condena ni reprende con dureza. Lo busca, lo restaura, y le hace una triple pregunta que sana su triple negación: “¿Me amas?” (Juan 21:15–17). Jesús no descarta a Pedro, lo llama nuevamente y le encomienda cuidar a sus ovejas. Nosotros también fallamos. A veces basta una frase, un gesto o una decisión para darnos cuenta de que hemos fallado. Pero el canto del gallo —ese recordatorio de nuestra fragilidad— puede ser también el inicio de un nuevo amanecer. Porque Jesús no nos abandona en la culpa. Nos busca, nos llama por nuestro nombre, y nos ofrece restauración.
Señor Jesús, perdónanos por las formas en que te hemos negado. Restáuranos y danos el poder de proclamarte como nuestro Señor y Salvador. En tu nombre, Amén.
Jesús dijo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26). Además de muchas otras cosas de la creación, como las rocas, los árboles, el agua y las flores del campo, Jesús nos hace un llamado a prestar atención a las aves para reflexionar y comprender mejor el amor y el cuidado que Dios tiene por nosotros. Dios ha hecho de las aves una parte hermosa de su creación. También son símbolos y ejemplos de su gran historia de redención, recordándonos la presencia de Dios y la paz que nos trae. En su gracia, Dios nos habla a través de su maravillosa creación para que podamos participar plenamente en sus promesas.
Julia Prins Vanderveen
Trabaja y vive en Vancouver, Columbia Británica, con su esposo, Trevor, y sus tres hijos. Julia ha trabajado junto con su esposo pastoreando una iglesia en Vancouver. También es capellán y profesora de humanidades en la Escuela Cristiana de Vancouver.