Santiago 5:7-20
EL PODER DE DIOS EN LA ORACIÓN
“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5:16
Este versículo de Santiago nos recuerda una verdad poderosa: Dios obra a través de la comunidad, del perdón mutuo y, especialmente, de la oración compartida. Hace algunos años, una amiga cayó gravemente enferma. Los médicos no daban muchas esperanzas. En medio de la angustia, lo único que pudimos hacer fue reunirnos para orar. No con fórmulas ni discursos bonitos, sino con fe sencilla, con corazones quebrantados, rogando a Dios por su intervención. Y Dios respondió. La recuperación fue sorprendente, y hasta los médicos reconocieron que lo ocurrido no tenía explicación humana. Fue un recordatorio poderoso: la oración eficaz del justo puede mucho.
Pero este pasaje va más allá del milagro físico. Nos habla también de sanidad espiritual, emocional, relacional. Cuando confesamos nuestras fallas, cuando nos apoyamos unos a otros en oración, cuando abrimos el corazón y dejamos de aparentar, Dios comienza a restaurar lo que estaba roto. La oración no es solo una vía para pedir, es una forma de invitar a Dios a nuestras realidades más profundas. Y no lo hacemos solos. Lo hacemos juntos: como familia de la fe, como hermanos que cargan las cargas unos de otros.
Tal vez hoy cargas con una necesidad, una herida, una culpa o una situación imposible. No te aísles. Busca a alguien con quien orar. Ábrele tu corazón a Dios. Y confía: Él escucha. Él sana. Él actúa.
Señor, gracias por el don de la oración. Ayúdanos a acercarnos a ti con fe y confianza, sabiendo que siempre nos cuidas. En Jesús, Amén.