Lucas 15:1-10
HUÉRFANOS POR EL PECADO
“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?”. Lucas 15:4
Nada nos deja más vacíos y huérfanos que el pecado… porque nos separa del único que puede llenarnos: nuestro Padre. El pecado no es solo un error: es una rebelión contra el Dios que nos ama. Nos empuja a lugares donde no pertenecemos, nos deja solos, hambrientos y perdidos.
Pero hay una buena noticia: Nuestro Padre vive para siempre y nos ama con amor eterno. Como un pastor que no se da por vencido hasta encontrar a su oveja, como alguien que busca con esmero lo que ha perdido, Dios orquesta cada detalle de nuestra vida para mostrarnos señales de su amor. Su deseo no es solo perdonarnos, sino adoptarnos de nuevo en su familia.
La Biblia dice que Dios siente una profunda compasión por los huérfanos (Deuteronomio 10:18), y eso nos incluye a todos los que, por causa del pecado, nos hemos apartado de Él. Incluso cuando nos exponemos a situaciones difíciles por nuestras propias decisiones, Dios no se da la vuelta ni nos abandona.
Él interviene. Nos redime de la pobreza espiritual a la que nos ha llevado el pecado. Jesús es la expresión más clara de esa esperanza. Él no esperó que nosotros volviéramos por cuenta propia; vino a buscarnos. Dio su vida en la cruz y abrió un camino de regreso al Padre. Un camino de gracia, perdón y restauración. El pecado puede alejarnos de la presencia de Dios… pero nunca nos lleva más allá del alcance de su amor.
Padre, gracias porque no nos abandonas. Aun cuando nos alejamos de ti, tú nos has buscado y encontrado. En Jesucristo, Amén.