2 Samuel 7:1-11
DIOS PROMETE A DAVID UNA DINASTÍA
“Yo haré que te veas libre de todos tus enemigos. Y te hago saber que te daré descendientes…” 2 Samuel 7:11
David tenía un deseo en su corazón: construir una casa para el Señor. Quería edificar un templo que reflejara su amor y devoción a Dios. Pero Dios tenía un plan mayor: Él quería construir una dinastía para David. Dios le dijo que no sería él quien levantaría el templo, pero eso no significaba que Su obra en David terminaría ahí. Dios le hizo una promesa inquebrantable: "Yo estableceré a uno de tus descendientes… y yo afirmaré su reino para siempre" (2 Samuel 7:12-13).
La familia de David gobernó en Jerusalén. Hubo reyes fieles y reyes rebeldes, y cuando la desobediencia creció, Dios cumplió Su palabra y disciplinó a su pueblo. Pero Dios no olvidó Su pacto. Con mano fuerte y poderosa, los trajo de vuelta a su tierra. Mientras el reino existió, en Judá solo una dinastía permaneció: la de David. Y en la plenitud de los tiempos, la promesa se cumplió.
La simiente de la mujer, el descendiente de Abraham, el Hijo de David, nació en un humilde pesebre en Belén. Jesús, el Redentor, vino al mundo no solo para gobernar, sino para salvar. Él es el Rey de reyes cuyo reino no tiene fin. Los reinos de este mundo van y vienen. Los gobernantes suben y caen. Pero Jesús reinará por los siglos de los siglos. Su trono permanece firme para siempre. La pregunta es: ¿conoces al Hijo de David? ¿Has rendido tu vida al Rey eterno?
Gracias, Dios, porque en Cristo tenemos un rey cuyo reino no termina. Confiamos que un día él volverá para hacer visible su reinado. En su nombre oramos, amén.