2 Samuel 5:6-10
DAVID CONQUISTA JERUSALÉN
“Sin embargo, David capturó la fortaleza de Sión, ahora conocida como la Ciudad de David”. 2 Samuel 5:7
La historia de Jerusalén no es solo un relato del pasado; de alguna manera, es también nuestra historia. Desde los días de Abraham, Dios ya tenía planes para esta ciudad. Allí, el patriarca se encontró con Melquisedec, rey y sacerdote, una figura de Cristo, y en reconocimiento, le entregó el diezmo.
Aunque había sido derrotada en tiempos de los Jueces, fue David quien finalmente la conquistó y la estableció como la capital de Israel. Pero David no solo tomó la ciudad, la hizo el centro de la adoración a Dios. Llevó allí el Arca del Pacto, símbolo de la presencia del Señor, y estableció allí su trono. Construyó su palacio y dejó todo listo para que su hijo Salomón edificara el templo.
Pero Jerusalén es más que una ciudad en el mapa. Es un símbolo de lo que somos y de lo que seremos. Aquí en la tierra, somos la iglesia militante, caminamos por fe, enfrentamos pruebas y luchamos con la certeza de que pertenecemos a un reino que nunca será sacudido. Pero un día, estaremos en la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, la morada eterna de los redimidos. Allí, ya no habrá lágrimas, ni dolor, ni muerte. Tal vez hoy te sientas en el desierto, como Israel antes de entrar a la Tierra Prometida. Tal vez anhelas un descanso, una respuesta, una señal de esperanza. Pero recuerda: nuestra verdadera casa no está aquí, sino en la Jerusalén celestial.
Bendito seas, Señor, porque tú nos has preparado un lugar para vivir eternamente contigo. Ayúdanos a recordarlo en las luchas del presente. En Cristo, amén.